Imágenes de un drama incompleto

miércoles, febrero 13, 2008



(La foto del año. Esta es la mejor foto del año, según el jurado del certamen World Press Photo 2007. Fue tomada por el fotógrafo estadounidense Spencer Platt, de Getty Images, y en ella puede verse a unos jóvenes libaneses en un descapotable atravesando un barrio arrasado al sur de Beirut, el 15 de agosto del 2006).


La instalación de una nueva edición de la muestra fotográfica World Press Photo siempre me ha significado un motivo de gran emoción. Esa es la fotografía que me gusta y me interesa, la documental, arriesgada y riesgosa. Es la que, por cierto, me he propuesto desarrollar.

El exponerse a esa colección de fotografías implica plantearse una serie de cuestionamientos sobre las realidades que se viven en el mundo y sobre el papel que uno, como individuo, cumple en ellas. Se plantean, respecto a las vivencias que se retratan, distancias más cercanas o más lejanas a las que el observador se enfrenta en un juego implacable de conciencia. Distancias respecto a vivencias que en su gran mayoría reflejan lo más crudo de los monumentales desastres contemporáneos, aunque también se observa, como puede constatarse cada año, categorías dedicadas a temas de digestión más liviana.

No obstante, me atrevo a decir, son aquellas fotos desbordantes en drama las que con mayor fuerza se impregnan en nuestra retentiva y las que con más énfasis plantean un conjunto de remesones de conciencia respecto a las desdichas que comparten. Y es, justamente, respecto a esto que me saltan algunas inquietudes.

Es por demás cierto que la fotografía periodística y documental funciona como enlace entre los polos mirada (lector, consumidor de información) -retrato de los hechos (aunque sabemos que éstos bien pueden ser trucados y que la misma fotografía es herramienta de basta suficiencia para lograrlo). Es también cierto que mediante éstas alcanzamos, los lectores, vínculos de análisis, comprensión, reflexión, o simplemente de información que pueden resultar, al menos como primera entrada, más decidores que si nos enfrentáramos a la apreciación de hechos similares expresados de manera textual. Por lo tanto, la valía de que fotografías cargadas de semejante cúmulo de información, así como de crudeza inmensa sin censura, se nos presenten todos los años como para acercarnos –por medio de ese lenguaje y a través de la perspectiva del fotoperiodismo- a realidades, en mayor o menor grado inconexas con nuestra cotidianidad, nunca dejará de ser alta.



(El italiano Davide Monteleone ha ganado el primer lugar en la categoría Noticias / Reportaje, con una serie de imágenes sobre los bombardeos israelíes en el Líbano, el pasado julio).


Sin embargo, me siguen quedando preguntas acerca de las líneas editoriales –por usar términos de lógica periodística- o los parámetros curatoriales –para adentrarnos en las urdimbres de la museología y el montaje de exhibiciones- que se manejan para montar las exposiciones de la WPF en distintas partes del mundo.

A la vez que se exhibe la muestra en Quito, hay al menos otras dos ciudades del mundo donde también existen exhibiciones abiertas. El cronograma está disponible en el sitio web de la Fundación WPF, aunque, muy lamentablemente, no se muestra el contenido ni se explican las líneas de contenidos por las que se guían las exposiciones. Planteo esto pues tal vez la mayor sorpresa al observar la actual muestra mostrada, como todos los años, en el Centro Cultural Metropolitano, fue la evidente ausencia de fotografías que retraten tanto lo conflictivo cuanto lo inspirador, lo lúdico o lo apasionante de Latinoamérica. Salvo tres fotografías circunscritas a temáticas de incidencia en países de nuestra región (un individuo amarrado a un poste eléctrico en México; una mujer asesinada a tiros en Guatemala y una del presidente Chávez –por cierto, sin mayor atractivo, según mi apreciación-), la ausencia de Latinoamérica con sus conflictos y fascinaciones es, tristemente, evidente. Al respecto me he planteado la posibilidad de que para el equipo editor de la WPF el interés principal sea el acercar imágenes (por ende, hechos) de realidades lejanas en espacio y dramas correspondientes a complejidades culturales distintas a las experimentadas en América Latina, a esta zona del globo. Los conflictos étnicos, los éxodos forzados (aunque con el conflicto colombiano que trasciende la frontera norte tenemos basta experiencia), las guerras religiosas y ciertos desastres naturales propios de agrestes zonas de África, Oriente Medio y Asia han sido, desde que recuerdo, las temáticas preponderantes de la exhibición que se monta en Quito. De ser los que sospecho, los motivos principales para montar la exhibición con fotos de esas realidades, el afán parece, al menos a primera vista, considerable. Pero a la vez, tal posibilidad me motiva a preguntar: ¿no son acaso esos mismos temas los que inundan las secciones internacionales de los periódicos y los noticieros de televisión? ¿No es acaso de Irak, Líbano, Afganistán, Israel, Palestina (es decir, los estados donde la incidencia geopolítica de Estados Unidos tiene más fuerza y más intereses) de los países que más se trata en los segmentos de política y economía internacionales? Creo que por ese lado, información existe en abundancia. Sus enfoques y desenfoques podrían provocar otra discusión, pues es cierto que por sobre la complejidad de los problemas prevalecen en los informativos datos estadísticos acerca de muertes y atentados. Pero, dejando de lado por el momento ese intersticio, el afán de reproducir hasta el cansancio información de presencia hegemónica en las agendas de los medios implica que se dejen al costado otro tipo de conflictos, asentados en otros rincones del planeta, que no dejan de ser importantes y urgentes.



(Víctima de la violencia contra las mujeres en Guatemala, del argentino Walter Astrada, primer premio en la categoría de Temas Contemporáneos)


Por ejemplo, América Latina o el África más negra y más convulsionada no aparecen con la regularidad con la que aparecen el Asia surgida desde aquél grotesco 11 de septiembre, y no se diga la parte norte de América y el Occidente europeo. Eso, a la vez, plantea una constante que con la rutinización de cierta información va creándole, a la que se deja de lado, cierta aura de mito. Me refiero, por ejemplo –y con esto quiero dejar sentadas las temáticas ausentes en las exposiciones de la WPF que llegan a Quito, pero que tal vez son mostradas en otras ciudades del mundo, así mismo, me imagino, con iguales criterios editoriales con los que a nosotros se nos ofrecen los contenidos recurrentes que ya he descrito (esto no he podido averiguar pues el sitio web de la fundación no ofrece tal información)-, a la desaparición de mujeres en el estado fronterizo de Juárez, en México; a las recientes disputas callejeras entre seguidores y opositores al presidente Chávez a propósito del cierre de las estaciones de televisión o de las elecciones que le significaron una derrota al gobierno en la conformación parlamentaria; a los terremotos ocurridos en Perú y Chile; al impasse entre Argentina y Uruguay por el funcionamiento de una fábrica papelera de jurisdicción uruguaya en la frontera platense; a los intentos por arrebatar territorios mapuches para la construcción de complejos turísticos; o a la resistencia de la gente de Íntag, en Ecuador, a la explotación de su suelo por parte de empresas mineras extranjeras, entre muchos otros temas de problemática actualidad. Y qué decir de Darfur, Sierra Leona o la República Democrática del Congo con sus inclementes conflictos étnicos y sus sanguinarias disputas políticas.
¿Acaso estos dramas, éstos y muchos más, ya han sido absorbidos por la aprehensión en esta parte del mundo como para que se justifique su ausencia en las informaciones?
¿Acaso estos sucesos no podrían arrojar documentaciones fotográficas contundentes, decidoras, denunciativas y esclarecedoras?
Quizá el asumir que por la cercanía geográfica a algunos de estos conflictos el conocimiento sobre ellos es suficiente, sea un error al que nos exponemos.
Seguramente el obviar, en el montaje que llega a Quito, imágenes de realidades que debieran parecernos conocidas y, más aún, el prescindir de otras de más lejano entendimiento, sea una deuda pendiente de la WPF.
No obstante, dadas las muestras de amplio profesionalismo a las que esta exhibición nos tiene acostumbrados, confío en que buenas explicaciones al respecto deben existir por ahí. Lo que sigo preguntándome es dónde.

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