Hasta el último aliento

miércoles, febrero 20, 2008



La renuncia de Fidel Castro al poder político en Cuba me agarra en medio de la lectura de un reportaje sobre las percepciones que van creándose en la isla ante la eventual desaparición del líder. El reportaje se llama Esperando a Fidel, lo escribe Juan Pablo Meneses en Gatopardo y, como casi todos los trabajos que llevan su firma, éste trae sustancia, minuciosidad y gracia.
Para quien no conoce la isla –como yo- y más de una vez ha caído en el cliché de asegurar que iría antes de que muriera Fidel, este reportaje sirve como oportuno ansiolítico pues, a medida que se adentra en la vida de Cuba y va recogiendo testimonios de su gente, va también derrocando el mito levantado a escala global sobre el imaginado cambio radical que se daría en el país al mismísimo día siguiente de la partida física del comandante. Claro, es que siempre nos habíamos planteado el panorama imaginando a un Fidel muerto y enterrado, no necesariamente retirado de sus cargos oficiales y ejerciendo, aún así, su enorme peso simbólico desde una camilla y con su pluma fustigadora. Y como nos planteábamos el horizonte con él en un ataúd, liquidado en su tozudez, las aberraciones más grandes también empezaron a imaginar a una Cuba devastada por la partida del que, se piensa, sería el único individuo capaz de sostener la cincuentenaria revolución, y así entonces, con la Cuba post-Fidel completamente vulnerable, el imaginario figuraba una invasión de 27 Mc. Donalds prefabricados y listos para instalarse frente al Malecón, así como la inauguración instantánea de un complejo de cines junto al teatro Carlos Marx para proyectar Rambo IV con entrada gratuita.




Pero si algo rescata el reportaje citado, es ese sentimiento de cautela que existe en los cubanos, gobiernistas u opositores, frente al inminente cambio de mando que se veía venir (inminente más en el cortísimo plazo que en el mediano. En la isla todos lo sabían). La gente, preparada como está desde que el comandante cayó en desgracia en julio de 2006, sabía que las huestes de la vieja guardia y los sectores juveniles apegados al gobierno tenían preparado un plan de contingencia política para enfrentar la sucesión. Y así, preparada como estaba, conciente y cautelosa también iba vislumbrando y anhelando reformas que (bajo la inminente dirección de Raúl Castro, político de quien se dice figura el sistema con mayores aperturas y con capacidad de diálogo) flexibilizarían el estilo de vida y permitirían el aflojamiento de las tensiones que –nadie puede negarlo- han anudado el ejercicio de ciertas libertades civiles en Cuba.
Pero, a medida que la gente, cautelosamente se expresa sobre los inciertos días venideros, va así mismo reconociendo, aún a regañadientes, los logros que en materia social ha alcanzado una revolución que de utópica tuvo (tiene aún) el no haber cedido a los designios del imperio y con ello el tener que sobrevivir bajo las ataduras de un embargo impuesto a coerción. Eso y bastante más es lo que, según el reportaje, anima a muchos, a aquellos quienes viven la realidad en directo, a pensar que habrá Cuba, tal cual se la conoce en la contemporaneidad, para rato.
¿Qué habría sido de Cuba sin la intervención de las políticas yanquis afectando la vida de los isleños? Nunca lo sabremos.
¿Qué habría sido de Cuba si decidía renunciar a su sistema cuando el muro de Berlín se vino abajo y la ex U.R.S.S se disolvía como su gran aliado? Tampoco me atrevería a figurar un desenlace certero sobre lo que hubiera sido (al menos al corto plazo) porque prefiero pensar con prudencia sobre los efectos de un cambio político de semejante envergadura. Prefiero, como hacen los isleños ahora, anhelar con recato porque algo hay en su precaución que me apasiona, algo que se expresa de alguna forma en esa certeza que tienen de estar inseguros. Tal prudencia es, al menos, confiable si la comparamos con los vaticinios de cierta prensa que observa ansiosa desde Atlanta o con los análisis presurosos que se vierten desde Washington.
No he estado en Cuba, lo he dicho, por eso no puedo referirme de manera testimonial y por lo tanto he recurrido al reportaje en cuestión para asirme de las testificaciones reunidas en él en relación a los cambios que se atisban como posibles.
He decidido guiarme por el recorrido que Meneses ha realizado en Cuba pues en ello destaco el valor del cronista como destaco el del poeta baudelariano, seres capaces de caminar el mundo para narrarlo, describirlo y descubrirlo desde sus entrañas. Por eso, ante la conclusión de que en Cuba se vive hoy por hoy el sentimiento de la incertidumbre frente a los recientes requiebres políticos, quedo yo también aferrado a la inquietud y ante la esperanza de que sea lo fuere que ocurra de aquí en adelante, junte de alguna forma reformas positivas con cierto aroma añejo de revolución. Algo tal vez único en el mundo como única fue la apuesta, en su contexto y en sus circunstancias, a la que Fidel se mantuvo aferrado hasta el día de ayer. Hasta el último aliento.
Tal vez imagino otra utopía coercionada.

Nota1: cabe apuntar que aquello de la sensación de cautela e incertidumbre, incluso desde la disidencia, ha sido reproducido con gran énfasis por varios medios alrededor del mundo. Al parecer, Meneses tenía razón.

Nota 2: lamentablemente el reportaje de Meneses no está disponible en internet.

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