Live in Paris III

miércoles, febrero 02, 2011

La gentil OFII


09h00. En una sala cómoda y bien iluminada estamos alrededor de 35 personas. La mayoría viene de países del Magreb, otros tantos de Sri Lanka, varios del África subsahariana, dos de Europa del Este y estamos yo y una jovencita que responde cuando alguien solicita a madame Matos.

Una simpática, muy, muy simpática y extremadamente gentil funcionaria de la Oficina Francesa de la Inmigración y la Integración, OFFI, que habla graciosamente como si siempre estuviera a punto de tragar un mordisco de pan, da la primera bienvenida y nos explica de qué va la reunión: una breve alfabetización acerca de los valores cívicos de la República Francesa y de los deberes y derechos que adquiriremos quienes estamos aquí para obtener la carte de séjour, o sea el documento de estadía legal -de renovación anual- que nos permitirá trabajar, estudiar y movilizarnos sin problemas y sin temores.
Para estar hoy aquí debemos ya disponer de alguna de las siguientes condiciones: contrato de trabajo oficial, asilo o refugio político, programa de estudios o relación de cónyuge con un francés o francesa. El trámite, por lo tanto, significa un eslabón ya avanzado en nuestro proceso de regularización migratoria y ahora le corresponde al Estado terminar de reconocerla. Y por la cortesía con que la OFII lo lleva hasta ahora, no puedo sino expresar mi grata impresión.

Nos pasan un video que presenta a la Francia de la libertad, la igualdad, la fraternidad y el laicismo. Me llama la atención el último valor porque es nombrado con el mismo realce que los otros tres que habíamos oído mencionar desde la escuela, pero que aquí suena a nuevo por la falta de costumbre o de conocimiento. En la breve explicación sobre él se hace referencia a que en Francia no se promueve el uso explícito de símbolos religiosos, lo cual me lleva a recordar el debate sostenido hace un par de años entre el Gobierno de Sarkozy y parte de la comunidad islámica en Francia a causa de la interdicción al uso de la burka, y en consecuencia a comprender por qué a este nuevo grupo de inmigrantes que está instalándose en París le hablan con énfasis del carácter laico de la nación; es decir, por si acaso.

9h45 Otra muy cordial funcionaria (así, en femenino, porque por alguna razón que desconozco, salvo el guardia y otro joven que apareció brevemente, todas las personas que trabajan aquí son mujeres) entra a la sala, se presenta y suelta la segunda bienvenida. Ella, en cambio, parece que lleva una goma de mascar pegada al paladar. Es una asistente social que, dice, está ahí para lo que se nos ofrezca. Para ayudarnos a hacer trámites, para decirnos cómo movilizarnos en la ciudad, para mostrarnos el camino del bien. Para lo que se nos ofrezca


10h00. Nos envían por grupos a hacernos la revisión médica. Encuentro un sitio para esperar junto a la señorita que había respondido al llamado de madamme Matos, y apenas me siento a su lado noto que se inquieta por hablarme.

- Where are you from?
- De Ecuador, ¿y tú?
- De Cuba… ah, ¿pero tú hablas mi mismo idioma?
- ¡Pues claro!

Madame Matos es de Guanabacoa, una pequeña ciudad de Cuba, tiene 25 años, llegó a Paris hace tres semanas luego de casarse con un francés de 52 quien, según me dice, prácticamente la quiere como esclava sexual. Me lo cuenta inmediatamente, con caras y gestos, con desenvoltura, hablando más alto de lo que puede soportar mi pudor en público. Un israelita no deja de mirarnos. No estoy seguro de que entienda el lenguaje, pero la mímica y la entonación lo mantienen en suspenso. Al rato entiendo que madame Matos se merece un capítulo aparte, que su historia, por peregrina que sea en esta vida que es así, debe ser contada. Pero será más tarde.

10h30 Cero faltas en los exámenes médicos. La radiografía de pulmones arroja nitidez en el claroscuro del acetato. Peso y talla: correctos. Aunque no parezca.

11h00 El paso final: la entrevista a puerta cerrada con una cuarta funcionaria aún más amable, tanto que poco le faltó para acariciarme la cabeza a medida que le mostraba con una sonrisa mi entusiasmo por la resolución de los trámites. Su trabajo consiste en, luego de otorgar una tercera bienvenida, averiguar sobre los vínculos y planes en Francia; hacer un breve sondeo del cuadro profesional y académico de los aplicantes y, a medida que se desarrolla la charla, evaluar el nivel de conocimiento del francés para, según su diagnóstico, otorgar o no un certificado de suficiencia y con eso el pedido para que en la Alianza Francesa matriz de París se les ofrezca a los necesitados dos niveles gratuitamente. A mí me otorgó el certificado de suficiencia y me dijo que de ahí en más el perfeccionamiento en la lengua sería cuestión de mi integración con la sociedad, o sea, de nada más que de tiempo para afinar la destreza en eso que llaman interrelación con el otro; pero como yo ya había agarrado confianza entre las sonrisas que iban y venían, me animé a pedirle que de todas formas me otorgara las clases porque mal no me iba a caer un repaso didáctico y orientado. Y ella, claro, tan gentil y risueña, me las otorgó.


Todo concluye con la firma de un compromiso para asistir en fechas posteriores a dos jornadas completas de orientación, aún más profunda, sobre esto de vivir en Francia. La una lleva por título Formación cívica y la otra Sobre la vida en Francia. Cosa seria, pienso, sólo falta que me manden a sacar copias del manual del Carreño francés. Y con la despedida me anticipan: en ambas jornadas se ofrecerá almuerzo a los asistentes.

- Merci.

11h30 Al menos 35 nuevas personas hemos obtenido nuestra carte de séjour y nos hemos sumado a la población legalmente registrada bajo las coordenadas del Estado francés. Todos pasamos a engrosar el porcentaje de la población económicamente activa, pero cuando preguntaron quién de los presentes tenía ya un contrato de trabajo firmado, apenas uno levantó la mano. No fui yo.

11h32 Busco en las salas de espera a madame Matos para saber cómo terminó de irle. Alguna preocupación me había quedado por el hecho de que ella no hablaba una palabra de francés. Pregunto a quienes aún esperaban su turno si habían visto a esa morena pequeña con blusa estampada con piel de leopardo, pero nadie tienes pistas.

Me voy pensando que, seguramente, salió antes y para ese momento ya estaba de vuelta deambulando por las zonas comerciales donde sobra la ropa barata fabricada en China, buscando completar el contingente de regalos que algún día quiere llevar a su familia en Guanabacoa. Me dijo, es lo único que ha hecho desde que llegó a París.

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4 comentarios

  1. mmmm demasiada info en la bellisima foto con tus datos: todos tus nombres, fecha de nacimiento y lo mas el numero de integracion. mejor sacar esos datos si no quieres que algun desesperado empiece a usarlos en tu nombre. Si es mucha paranoia...no le des mente.

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  2. Tienes toda la razón, Anónimo. Gracias por la sugerencia, ya está camuflado, espero que no sea tarde.

    Un saludo

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  3. Un tramite que a muchos, al mudarnos a otro pais pasa por desapercibido y se vuelve un fastidio. Pero tu manera de narrarlo lo hace interesante y me hace reflexionar en los eventos del cotidiano donde no presto atencion a mis alrededores. Felicitaciones!

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  4. Gracias por tu visita y comentario. Y sí, lo que yo creo es que nos falta alzar la cabeza, literalmente, cuando andamos (digamos vivimos) por la calle.

    Un saludo.

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