El sábado 12, un día después de que Hosni Mubarak dimitiera a su cargo, ciudadanos de varios países árabes residentes en París se juntaron alrededor de la Place de la République, símbolo de incontables manifestaciones y congregaciones de revueltas, para hacer explotar su alegría por la conquista del pueblo egipcio. 

Un colectivo de ciudadanos y descendientes de argelinos concentraba al un lado de la plaza a al menos dos mil personas. Su motivación era el respaldo a las manifestaciones que en Argelia ya habían empezado y que apuntan a un "cambio de sistema" y a la salida del presidente Abdelaziz Bouteflika. 

En el otro extremo la fiesta era egipcia, y hacia ese costado, en un momento de la tarde, se fue juntando la mayoría de los manifestantes que ante las cámaras y con megáfonos arriba se esforzaban por dejar en claro que en este momento la lucha ya no es por un país en particular sino por el pueblo árabe entero, imaginado como un vasto territorio de hermandad que quizás hoy más que nunca se siente vinculado en la pelea por la democracia. Tal vez la forma más evidente de demostrarlo fue amarrando una a otra sus banderas y agarrándose todos de las manos. 

Fue remarcable la cantidad de mujeres presentes y la de niños expresándose con el mismo ímpetu que sus padres. Estaba claro, se quería que la fiesta y el futuro fuera bueno para todos.


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