Esta es casa conocida, tocamos aquí el año pasado y, al igual que este, estuvo llena. Los jóvenes acabaron hoy una jornada de exámenes, así que, como es sana costumbre, salieron a destruir lo que les queda de neuronas. Y saben hacerlo con ganas. Las cervezas con porcentajes de entre 7 y 11 grados de alcohol hacen mucho más que amagar la noche.
El lugar es una caverna que queda en el subsuelo de esta discoteca de varios ambientes. Ausburg es una ciudad pequeña del sur de Alemania. Las mujeres miden 1,70 m en promedio y los hombres toman per capita tres veces más cerveza que un individuo común como yo o como el Pequeño Hugo, el Pavo Real, que le llaman en Alemania.

El concierto fue un éxito y ayudó a aflojar todavía más el cansancio y a consolidar el show. Esta noche encaramos al público con solvencia y lo dejamos prendido para continuar con el dancehall que pincharon los jóvenes dejays que llevaron la fiesta hasta que a las 4 am el lugar cerró. Los dejays hicieron una suerte de soundsystem, como es costumbre en Europa con el hip hop, reggae y ragga. Sobre los temas animan al público y apoyan coros de algunas canciones, pero éstos no se lanzaron a improvisar como hacen otros. Parecen nuevos en el oficio, pero cargan bastante buena música.
Marren, una chica local me cuenta que si la policía les encuentra conduciendo sus bicicletas en estado etílico, les quita las licencias de conducir autos, así que por eso tiene que parar de tomar e irse a dormir. Al menos eso dice.
Hoy, en medio del after show, se creó la nueva sensación que seguramente el próximo verano generará frenesí entre la juventud del mundo. Se llama El baile del calamar y lo ejecuta en cuerpo y alma el mismo Fried Brain Calamari. Espérenlo y prepáranse. Qué “pasito de Delfín” ni qué huevadas, esto es lo que hay. Right here, right now.