A ustedes les digo

miércoles, abril 29, 2009






No quiero intentar analizar los resultados electorales del pasado domingo porque de eso ya se ha hablado suficiente. En algunos casos se ha reconocido la contundencia del triunfo de Alianza País y en otros se ha tratado de minimizarlo haciendo énfasis en que el porcentaje obtenido por Lucio Gutiérrez refleja al verdadero ganador. Minucias intrascendentes, digo yo, de los periodistas y analistas de siempre, de los que tienen comprada la silla en el set de los canales y en las columnas de los diarios. De los sufridores tartamudos. De su mala fe.

Tampoco me interesa meterme en eso porque los resultados son los que yo esperaba y deseaba, pues me considero parte de ese 51% (cifra aún no oficial) que todavía cree en este proceso que apenas empieza. Me declaro en franco apoyo a esta otra revolución, como la denominé en otro artículo que espero vea la luz pronto, pero ejerciendo una postura crítica y reflexiva que es, creo yo, la mejor manera de respaldar las causas que no son ni inmediatas ni sencillas, pero sí posibles. Lo otro sería cerrar los ojos y apostarle a la fe, y ya sabemos a lo que nos han llevado los fanatismos a lo largo de la historia. Por eso no camino con los ojos vendados.

Decía que no va por ahí este artículo, va por el de reflexionar acerca de lo que desde la noche del domingo se ha vuelto cantaleta de esos mismos periodistas y analistas que se dan a la vez que de predicadores de profetas.

La idea central que los ha atravesado ha sido básicamente la de conminar al Presidente a bajar el tono confrontativo, insultador, como lo llaman, a plantear un proyecto nacional que alcance a todos y todas y a, por poco, despreocuparse de aquellos que en estos dos últimos años han hecho de un oficio que debiera ser de servicio social uno de evidente preocupación empresarial y burdo acribillamiento mediático. Los más recalcitrantes lo han hecho con el resentimiento desbordado de sarcasmo e instigación y los más sensatos, que los hay, necesarios y aportadores como son, con tono conciliador y esperanzado, consecuentes con el pronunciamiento de una mayoría nacional y con los nuevos aires que todos deseamos.

Entre los primeros se mantienen los mismos que no escatimaron espacios en sus páginas o en sus noticieros para calificar cínica, tendenciosa y maliciosamente como un caso de narcopolítica que manchaba al Gobierno entero a un hecho en el que un ex funcionario resultó ser amigo de unos hermanos que supuestamente resultaron ser narcotraficantes; el mismo que por su lado resultó ser amigo personal de un asesinado jefe guerrillero de las FARC y el mismo que resultó preso aunque hasta hoy no se le compruebe su relación ni con el narcotráfico ni con el terrorismo ni con el enriquecimiento ilícito ni con la atentación contra la seguridad del Estado ni con nada. Un chivo expiatorio al que le avasallaron esos periodistas y esos analistas para intentar restarle votos a las opciones oficialistas, pero vaya que no lo lograron.

Si algo importante logró este gobierno y el Presidente a título personal con esa actitud confrontativa y a ratos excesiva que sí tiene (es cierto, como también lo es la necesidad de que así sea pues no le queda otra opción que convertirse en el vocero de su propio gobierno y desde esa palestra neutralizar los efectos nocivos de aquella comunicación con otra, aunque conflictiva también argumentada) es desnudar e insertar en los debates cotidianos las lógicas con las que ciertos medios de información conducen su trabajo, lógicas que hacen de la información una mercancía moldeable a sus apetencias económicas y materia prima para montar un aparataje que indisponga a la población con los gobernantes.



Lo intentaron la semana pasada deduciendo una cifra que consideraban escandalosa por un supuesto gasto en gasolina de avión para los traslados del Presidente. Lo hicieron accediendo a la hoja de ruta de un día cualquiera y haciendo un cálculo de consumo versus recorrido en millas de vuelo. Soltaron la cifra pero jamás se preocuparon por averiguar si todos los traslados de ese día los realizaba el Presidente en su avión o si algunos fueron por vía terrestre, y menos por saber si todos los aeropuertos de las ciudades visitadas estaban aptos para recibir al avión presidencial. Nada. Metieron mano a la calculadora, sacaron los datos, alarmaron, y para tratar de legitimar la nota recurrieron al pueril recurso de apoyarse en “voces autorizadas” y pusieron a opinar a los candidatos opositores. ¡Bum! La construcción de la noticia con los hábitos más protervos, en las maquilas de la desinformación, en los templos de la antiética.

Antes de eso estuvo el tema de las declaraciones tributarias supuestamente fraudulentas de algunos funcionarios de Gobierno, años antes de ser parte de él, cuando ni esos periodistas ni esos funcionarios ni yo ni ustedes probablemente formábamos parte de esta nueva cultura de tributos a la que ahora muchos nos comprometemos a fortalecer y apoyar porque esa es una de las tareas a cumplir desde nuestros acantonamientos ciudadanos. A este tema le dieron días, quizá 10 veces más de lo que le han dado al mismo cuando se ha referido a los Noboa, a los Isaías, a los Febres Cordero, a los dueños de las sillas de sus sets y del papel de sus columnas.

Antes de eso fue la supuesta nacionalidad colombiana de Gustavo Baroja. Antes la supuesta legalización del aborto. Antes la presunta pérdida del control de la propiedad privada, cuando la gente estúpida terminó creyendo que si en sus casas sobraba un cuarto tendrían entonces que compartirlo con un mendigo, con un negro, con un indio, con un pobre. Qué horror.

Ahora ellos, esos periodistas y esos analistas, son los que expresan su deseo, con el cinismo que les retuerce las arrugas, de que el Presidente baje el tono y construya en vez de destruir; que abandone el tono confrontativo y convoque a la concertación y al diálogo; que deje de insultar y menospreciar, que ya nos los ataque cada sábado.

Y ellos, maldita sea, qué se piden, qué se exigen, qué se reprochan. Nada, absolutamente, pues para ello primero habría que reconocer errores, mala fe, maquinaciones tendenciosas y abusos de poder que bastante tienen, pero en el gremio del periodismo más recalcitrante la autocrítica sigue siendo materia en supletorio. La que dicen aprobar con sobresaliente es la que nunca entendieron, esa a la que santifican como libertad de expresión y que desde sus pequeñeces creen que significa una carta abierta para hacer de la información un producto de maquila sin control de calidad.

Afortunadamente el domingo no solo perdieron Gutiérrez y Noboa (a los otros no vale la pena siquiera nombrarlos). También perdieron y seguirán en picada -porque la gente cada día entiende más cuál es aquí el bussiness- estos mercaderes de la desinformación.

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3 comentarios

  1. muy acertados los comentarios y tu postura Santiago, a mi me da tanta pena ver como en mucha gente venció esta liga de la desinformación: lograron implantar el miedo en aquellos que sólo tienen acceso a la información (comercialmente) oficial...

    un ejemplo, un pariente político, al que respeto mucho por su practicidad e inteligencia, a última instancia decidió cambiarse y votar por Lucio, y a ser acérrimo opositor de por quién votó y apoyó antes, se defiende diciendo que "tantos hablando en contra no puede ser que digan mentiras", que es su único medio de "respaldar al guayas del atropello que se viene" y que "quiere lo mejor para sus nietos" porque ahora sí vamos a estar como Venezuela (???)...

    como leí por otro lado, el porcentaje que sacó Lucio no fue dado por un apoyo a lo que él representa o lo que nos podría dar, simplemente muchos tuvieron miedo, miedo a que Correa siga siendo presidente y v(b)otaron por cualquiera.

    Y ni hablar de los imbéciles se llenan la boca diciendo que porque sus preferencias no ganaron esto no es democracia, que esto no puede ser democracia, que a donde hemos llegado que unas minorías de ignorantes deciden por todo el país...

    Ahora por fin veo que hay las condiciones adecuadas para sacar adelante cualquier proyecto, incluso las cuotas de oposición están equilibradas (súmale los medios).

    Yo, voté porque mantengo esa estúpida pero válida esperanza, nada más.

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  2. Tienes razón, Autómata. Unos de los argumentos más tristes y patéticos, aparte de los que se exhibieron en la campaña mediante las propagandas, fueron los que sostuvieron y sostienen los que votaron en contra de Correa o, peor, a favor de Lucio.

    Hay que tener en cuenta que esto apenas empieza y que todos los que nos creemos parte debemos estar atentos y participar en lo posible.

    pd: por cierto, entre las maquinaciones de información que cité me olvidé de nombrar lo del supuesto contenedor retenido en las aduanas de Guayaquil que dizque traía los Condoritos, la nueva moneda que iba a reemplazar al dólar.
    Y ahí, ¿qué pasó? Nada. Ningún periodista hizo escándalo como hacen cundo se trata de asuntos aparentemente "provocados" por el Gobierno.

    Buen martes.

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  3. DE acuerdo contigo santiago. es lógico que hay que ser críticos. y sabes que llegaron mensajes de celulares de supuestas encuestadoras que le daban la ventaja a Noboa. Icreíble manipulación. De eso se olvidan los que critican la actitud del presidente; hay un infantilismo terrible. también escuché, más de una vez, a supesutos integrantes de una facultad de quito, con megáfono en mano decir que a la segunda vuelta llegan lucio con correa, o correa con marta roldós. ¿es esto serio? Coo dijo una analista de oposición, es una vergüenza que la oposición la encabecen lucio y correa. y digo yo es una vergüenza que la única se alineen no para criticar ciertas cuestiones del gobierno, que evidentemente están mal, sino para tratar de anularlo. Penoso. también habría que tener cuidado con los ultradefensores del presidente, que no permiten la más mínima crítica, cuando endiosarlo es el peor negocio que pueden hacer sus partidarios.
    saludos

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