El muñeco del sacristán

viernes, abril 17, 2009




Sentado en una silla de madera tallada a un costado del altar, el sacristán de la Capilla de Cantuña me hablaba sin mirarme a la cara. Yo permanecía de pie a su lado, con la espalda encorvada para alcanzar a escucharlo.
Frente a nosotros, un oficiante tomaba lo que los fieles que visitaron las iglesias del Centro Histórico de Quito la noche del jueves de la Semana Santa le entregaban en sus manos. Eran las llaves de sus autos, sus billeteras, Biblias, cartas guardadas en sobres, joyas o panecillos que se conseguían ahí mismo a cambio de una contribución de limosna. El oficiante las llevaba hacia las manos del Señor del Cautiverio que yacía arrodillado al pie del altar, las rozaba con ellas y las devolvía a sus dueños. Éstos las recibían, se persignaban con ellas y se marchaban de la capilla en paz.
Me había acercado al sacristán para preguntarle qué significaba ese ritual y si era una costumbre de todos los años o una novedad reciente, entonces empezó a hablarme, pero no sobre lo que le había preguntado. Como puede ver, hemos armado ese pequeño altar para expresar nuestro rechazo a la forma en como se están manejando las cosas en el país, me dijo. Vemos con preocupación cómo el país se conduce por el mal camino, cómo se están perdiendo vidas humanas por el apoyo que se le da al aborto y cómo existe una decadencia moral y de valores en nuestros gobernantes y en mucha de la población, por eso hemos emprendido esta plegaria para pedir por el país, por eso verá que está colgada en el brazo de Jesús la bandera del Ecuador, y también puede acercarse a tomar fotos de lo que está sosteniendo el Señor entre las manos.
Estaba yo haciendo una documentación fotográfica de algunas ceremonias y llevaba colgado en mi cuello una acreditación de prensa, por eso el sacristán me brindó acceso al altar y por eso también se interesó en explicarme ampliamente el significado del retablo que había armado él mismo para la ocasión.
Entonces lo que está usted haciendo, y con ello la institución que usted representa, es emitir una declaración política, le pregunté. Solo en ese momento alzó la mirada y me hincó sus ojos enrojecidos por el humo del sahumerio. No, señor, esto no es político, es profético, respondió. ¿De qué religión es usted?, remató.
Zafado de la discusión que no fui a buscar aquella noche, me acerqué a la efigie del Señor del Cautiverio para hacer unas tomas de lo que él me había pedido observar. Mientras los feligreses seguían entregando sus pertenencias para continuar con el ritual, noté que lo que ese Cristo tenía entre sus manos era el muñeco de un bebé despedazado, con sus extremidades en piezas y embarrado todo de salsa de tomate. Era la escenificación del aborto que el sacristán había recreado y que asume como apoyado por las leyes del Ecuador.
Habrá que considerar que la coyuntura ya no encuentra solamente en ciertos medios maquinarias manipuladoras de información. La desvirtuación manifiesta se presenta en otras instancias. La prensa y la Iglesia tienen el poder de incidir en la conciencia de sus devotos. La una embadurna los discursos con el parámetro maleable de la libertad de expresión y la otra lo recubre de santidad. Y ambas se niegan a reconocerse como actores políticos.

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3 comentarios

  1. uff, qué vaina con el dichoso sacristán, seguramente no es el único, y es cierto que esconden sus prejuicios políticos en la santidad y en algo profético, increíble. Mucho más haría la iglesia ejerciendo la libertad de expresión e intentando, aunque sea un poco, resolver sus problemas, que los tiene, varios y graves.
    Creo que toda crítica es buena, nadie es perfecto para no cometer errores, pero creo también que para hacerla es necesario dar la cara, ir de frente y no tratar de inducir a la gente con simbolismos, ni valerse de un poder para hacerlo, pues eso es creer que la gente es tonta y todavía compra espejos.
    saludos

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  2. y sobre el aborto hay una doble moral impresionante; bueno qué se puede esperar de una religión que se opone al aborto. Pedro Lemebel escribió acerca de eso hace mucho, creo que sí se puede ver en el internet, yo no tengo a mano su artículo. otra vez saludos

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  3. Hola Juan,
    claro, la crítica es no solo buena sino necesaria, pero lo que le falta, por sobre todo, es ser honesta: le falta poner un rostro verdadero y asumir su posición en el debate.

    Voy a buscar lo que me comentas sobre Lemebel.

    Saludos.

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