Un vidrio roto y bastante más

lunes, marzo 03, 2008



El delito, la ofensa, el irrespeto, la violación a la soberanía y la provocación a un nivel que podría desatar un conflicto de repercusiones lamentables están en evidencia. Nadie puede discutirlo. Los gobiernos del mundo no han tardado en demostrar su molestia por la arbitraria e irresponsable acción del ejército colombiano ejecutada por orden directa del presidente Uribe. Tampoco han tardado en pedir mesura y prudencia pues el escenario pinta peligroso tal y como ya están planteadas las cosas.
Hace poco chateé con un colega colombiano que me compartió el rechazo de la opinión pública de su país ante la acción de su ejército. “Solo al imbécil de nuestro Presidente se le podía ocurrir algo así”, me dijo otra colega, también desde Bogotá.
Según me contaron, tales reacciones son la tónica general de la ciudadanía ante el problema. Al parecer, lo irresponsable de las acciones militares llevadas a cabo no han podido provocar reacciones diferentes.
Pero, paralelamente también existe una reacción colectiva frente a la muerte del comandante segundo de las FARC (aunque se dice que, aunque no se lo ha hecho público, Marulanda ya habría muerto, por lo que Raúl Reyes habría sido el número uno desde hace rato y por ende su muerte significaría la extinción del jefe primero del grupo subversivo). Mi colega me ha dicho que la gente piensa que se ha dado un golpe significativo para empezar a desarticular a las FARC, y que, en ese sentido, el pueblo colombiano apoya la acción (habría que considerar los porcentajes). En cualquier caso, una paradoja común de la política: hay que sacrificar algo en nombre de una razón mayor.
El problema es que en este caso se sacrificó la soberanía de un país extranjero y el respeto a convenios y leyes internacionales creados justamente con el fin de evitar desafueros como éste. El gobierno colombiano lo hizo a conciencia. No hay manera de apantallarlo como una respuesta al “combate en caliente” que se desarrollaba, como se ha dicho. Los guerrilleros han sido encontrados en ropa de dormir y con tiros en la espalda. Esas son evidencias de una encrucijada sanguinaria. Uribe lo sabe. Sabía de las posibles consecuencias, pero se arriesgó a lanzar el ataque aún a pesar de ellas. Y eso es lo que más indigna. Seguramente pensó que una excusa de su parte bastaría para que los ánimos se calmaran. Tal vez se imaginó que un comunicado de reconocimiento del error iba a bastarnos para aceptarlo. Creyó que este incidente iba a solucionarse como aquellos en los que las fumigaciones con glifosato hacia el lado ecuatoriano fueron las protagonistas: con un leve cabildeo, con pruebas falseadas sobre la supuesta naturaleza inofensiva del químico y con una respuesta quedada a medio camino de las autoridades ecuatorianas. Pero esta vez se equivocó. En esta ocasión fue demasiado lejos.
Primero mintió al decir que los hechos involucraron una respuesta en defensa a los combates de los guerrilleros. Eso ya quedó esclarecido. Luego se burló pidiendo disculpas retrasadas y ahora empieza a mostrar supuestas evidencias que relacionarían al Gobierno ecuatoriano con el secretariado de las FARC.
Al respecto, para nadie es un secreto que se ha procurado establecer diálogos con el objetivo de que la beligerancia en la frontera norte baje de intensidad. Si el propio Gobierno colombiano no es capaz de imponer autoridad y evitar que la guerrilla extorsione en lado ecuatoriano, pues al Gobierno ecuatoriano le toca plantear estrategias políticas para establecer un orden de conveniencia y de convivencia. El mismo involucrado, el Ministro de Seguridad Interna y Externa, Gustavo Larrea, ha admitido haberse reunido con Raúl Reyes para tratar exclusivamente el tema de los rehenes. Los gobiernos hacen eso, buscan un interlocutor para negociar. Ahora mismo el Gobierno francés se lamenta por el fallecimiento de Reyes, el enlace en su causa por lograr la liberación de Ingrid Betancourt. Pero de ahí a que exista oficialización de relaciones y trabajo conjunto hay mucha distancia, mucha falsedad y demasiado cinismo.
Es claro que nuestros Gobiernos han estado interesados en apoyar a los colombianos en esta lucha interminable cuando los recursos han estado a su alcance. ¿Acaso el gobierno colombiano no recuerda cuánto han hecho las Fuerzas Armadas ecuatorianas para desmantelar bases de operación clandestinas de las FARC encontradas en nuestro suelo? ¿Acaso no recuerda que fue con la ayuda de nuestra policía de inteligencia que se capturó en 2004 al “canciller” de las FARC, alias Simón Trinidad, en un restaurante de la avenida Amazonas, en Quito? ¿Acaso no sabe que en suelo ecuatoriano existen alrededor de 15 mil ciudadanos colombianos en calidad de refugiados, que huyeron de la guerra en su país y que es en el nuestro, y gracias a la ayuda de nuestros compatriotas y nuestro Estado que han podido pensar que la vida les ha dado una nueva oportunidad?



(Refugiados colombianos atendidos por la policía ecuatoriana)



Al parecer, las mentiras más miserables de la política exterior, de esas que llevan a inventarse la existencia de “armas de destrucción masiva” para invadir países, asesinar ciudadanos y aprovecharse de las reservas petrolíferas ajenas están llegando a estas latitudes, aupadas, seguramente, por la misma fuerza política que habla de democracia, justicia y respeto.
Ahí está el mejor aliado, cumpliendo a rajatabla la tarea del imperio, siguiéndole los pasos, arrastrándose ante sus fauces y comiendo de su mano.
Ahí está el arrogante señor Uribe, creyendo que el Ecuador iba a aceptar éste como uno más de sus desplantes de berraquera. Pensando, seguramente, que le íbamos a devolver -sin hacerle ninguna observación- la pelotita porque una vez más se le ocurrió lanzarla al patio de atrás con completa majadería. Pero esta vez ya no fue así. Esta vez rompió más que una ventana. Esta vez el vecino terminó de enojarse. Y eso, como se dice, en algunos barrios puede provocar puñetes. Todo por la osadía del vecino rico. Ese que por ser amigo del administrador del condominio piensa que jamás el resto del vecindario sería capaz de confrontarle.



Tal vez Uribe no se imaginó la respuesta enérgica que hasta el momento le ha dado el Gobierno ecuatoriano, pero como cínico que es, ahora dice tener una computadora portátil a la mano (una que misteriosamente salió ilesa luego de un bombardeo aéreo) de la que no termina de sacar información para intentar atenuar la gravedad de sus arbitrariedades. Quiere confundir, entorpecer la atención e involucrar a terceros, pero su jugarreta le podría salir más cara de lo que él está dispuesto a invertir porque en el continente su faceta de embustero es cromo repetido.
Habrá que esperar las respuestas concretas del Gobierno ecuatoriano a las vinculaciones de las que ha hablado su par colombiano. También habrá que escuchar las reacciones del Gobierno venezolano pues ya se dice que ha financiado a la guerrilla con 300 millones de dólares.
Confío en que habrán explicaciones certeras que dejarán en evidencia que el bombardeo en suelo ecuatoriano fue una total violación de soberanía y una expresión esclarecedora del absoluto irrespeto que el Gobierno de Bogotá le infringe a nuestro país cada vez que le da la gana.
Ojalá esta última lanzadita de la pelota al patio de atrás no haya hecho tronar el vidrio con la melodía funesta de “las trompetas que anuncian la guerra”.
Lamentablemente, Fidel lo ha escuchado tronar así.

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2 comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. haz algo con el spam...

    es difícil la situación si uno se aleja de lo político, cuantos desplazados, cuántos muertos, cuaántos secuestrados más habrán en esta guerra que hace rato perdió ideología, metido en todo esto está nuestro casi inocente (y muy ideológico) presidente que ya dejó la novatada a un lado, yo lo ví hasta asustado pero muy decidido, el protocolo es cinismo, y nuestro presidente no es cínico.

    Y Colombia, me asusta donde está llegando, ahora está balanceándose con el terror, como lo del guerrillro que mató a su superior y quiere cobrar los dos millones de recompensa y no saben su dárselos o condenarlo por asesinato (un tiro en la frente) y al final lo que decidirán siempre será lo políticamente correcto (que asco) al tipo lo meten preso, condena mínima, le dan su billete, y sabrá dios como le irá dentro...

    ojalá nunca pero nunca se les riegue el caldo hacia nosotros...

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