TOTÓ LA MOMPOSINA: La música de la identidad
miércoles, julio 09, 2014
Con ventarrones y
llovizna fina, el invierno amenaza con llegar, y el solo anuncio ya trastorna
el ánimo y el vestuario de la gente. Sonia Bazanta camina por la calle cubriéndose
el rostro con una bufanda colorida para cuidar la voz de Totó la Momposina.
-Somos la misma
–dice la cantante-, no hay ninguna diferencia, sólo que Sonia Bazanta me sirve
para el pasaporte, para salir del país.
Hace dos días Totó
salió de Bogotá, donde vive, y llegó a París para inaugurar el festival Villes
des Musiques du Monde, un evento de world
music que este año tiene como invitado especial a Colombia.
Camina Totó por
donde ya ha caminado antes, cuando vivió en París durante cinco años, en la
década de los ochenta, para estudiar en la Sorbona un programa de Historia de
la danza y Organización de espectáculos. También cantó Totó durante ese tempo:
en las calles, en los mercados, en los restaurantes, en las iglesias. Pasó el
sombrero y vivió el bajo perfil de Sonia antes de que Totó se hiciera mundial.
-Cuando uno llega
acá, ¿quién le conoce a uno? Si ni el primer manager que yo tuve, que me lo
puso Peter Gabriel con su fundación, ni él sabía dónde quedaba Colombia. Uno no
se hace de la noche a la mañana.
En 1980, el músico y
activista de derechos humanos Peter Gabriel creó la fundación WOMED (World of
Music Arts and Dance), un proyecto a través del cual varios exponentes de
músicas tradicionales del mundo pudieron volverse internacionales. Gabriel
quiso a Totó entre sus filas, y no fue el único.
Hoy es jueves 10 de
octubre, acaba de marcar la una de la tarde.
-Totó, exactamente
en este momento deben estar anunciando al ganador del Premio Nobel de
Literatura de este año –le digo, ya instalados en un café.
-¿Quién ganó?
-Todavía no lo sé…
Iba a que, en 1982, en un día parecido a éste, anunciaron que el ganador del
Nobel era Gabriel García Márquez. Luego, él le pidió a usted que lo acompañara
a Estocolmo y que cantara en la ceremonia de recepción del premio. Es un buen
día para recordar ese momento.
-Fue un honor haber
sido seleccionada para ir a ese evento, que fue muy importante no sólo para
Colombia sino para toda la América Latina. Un Nobel no se recibe todo el
tiempo. Fuimos una delegación
bastante numerosa y cada uno aportó la energía con la cual deberíamos
corroborar todo lo mágico que Gabo plasmó en sus novelas. Esa fue la sensación
que nosotros dejamos en el Nobel.
Con pollera blanca
de vuelos vino tinto y una gran flor roja adornándole la cabeza, la sensación
que dejó Totó en el invierno de Estocolmo y en el corazón solemne del Nobel fue
la de la candela. Pero otras tierras frías ya la habían sentido para entonces,
porque en esa época su carrera ya estaba hecha de números grandes: los 185
conciertos que en 1975 hizo en la ex Unión Soviética y los 350 –matiné,
vespertino y nocturno- que en 1976 hizo en el Radio City Music Hall de Nueva
York.
-¿De dónde sacaba la
energía para cumplir con esas maratones?
-Es lo mismo que yo
me pregunto ahora.
***
Heredera de una
casta de cuatro generaciones de músicos, Totó tiene ritmo hasta en el nombre:
to-tó / to-tó. El sonido hace referencia al retumbe de un tambor, y sus padres
se lo dieron desde que era muy pequeña, desde que Sonia fue Totó. Momposina es
el gentilicio de Mompóx, la isla sobre el río Magdalena, en el departamento de
Bolívar, Costa Caribe, donde nació hace 73 años. El más frondoso mestizaje
estaba ahí: africano, indio y español. Los acontecimientos de la vida se
cantaban y los cantos se bailaban con golpeteo de palmas y tambores. Las
mujeres como Totó recorrían los pueblos llevando el son, por eso lo de viajar
para brindar música lo sabe desde siempre. Su primer grupo lo conformaron sus
padres y sus hermanos, junto a ellos aprendió el aún más fértil despliegue de ritmos
que hoy componen su repertorio: el bullerengue, la chalupa, el sexteto, el
mapalé, la cumbia; lo que ella llama música de la identidad.
-La música de la
identidad es la que produce cada pueblo de acuerdo a sus raíces, de acuerdo a
donde viven, a sus etnias, a sus inspiraciones, a su entorno. De esas etnias
viene no solamente el concepto de la vida sino la manera como se expresan, la
música que hacen.
La identidad no es
estática, y en el camino de su reinvención la música que la alimenta ha venido
a toparse con ritmos urbanos como el hip hop o varias corrientes de la
electrónica. El mestizaje continúa, ahora con un inconmensurable horizonte de
sonidos sintéticos y una difusión a través de canales que sobrepasan de largo
las audiencias de la world music.
Colombia misma, junto a Argentina, son los núcleos más activos de esa
experimentación. Totó la conoce.
-Yo he experimentado
eso y he descubierto que cuando ellos están cantando se guían por los tambores
para hacer su hip hop; llevan su música y encuentran el acoplamiento según el
sentido melódico de la cumbia. Es la electrónica la que se vale de nosotros, no
al revés.
El nosotros en Totó tiene un sentido
extenso: nosotros los músicos, nosotros los seres humanos, nosotros los hijos
de un dios creador. La música de la identidad, dice, debe volver hacia dios
como ofrenda, porque la creó la gente del campo inspirada en los elementos de
la naturaleza, naturaleza que es a la vez un regalo divino. La vida es circular
para Totó. La música es su compás.
Al interior de ese círculo está lo espiritual y también está lo
terrestre, porque en la cotidianidad Totó tiene que seguir viviendo como Sonia
Bazanta. A ese todo, un entramado de voluntades, un mar de gente, Totó llama la comarca.
-En esa comarca
participan no solamente los que son músicos sino todas las personas que le
ayudan a uno para hacer su trabajo, porque yo sigo recibiendo colaboraciones de
amigos cuando, por ejemplo, tengo que ir a pedir una visa y no tengo dinero.
Ellos me prestan y luego yo les pago. La lista de gente que sigue colaborando
en mi desarrollo artístico es interminable, porque la música de la identidad no
es como el pop o el tropipop. La parte económica, lo fastuoso, la fashion, eso
no funciona igual aquí.
***
A pesar de los nueve
discos que ha grabado y a la nominación al Grammy a mejor disco tropical que le
supuso Gaitas y Tambores (2002), la
carrera de Totó la Momposina se ha consolidado con sus presentaciones en vivo.
En su camerino nadie
toma y nadie fuma. No hay tragos de ron ni para calentar la voz. Hay
concentración, oraciones y la liviandad de gente que ha dormido bien la noche
previa. Totó mantiene un matriarcado light,
sin brotes de autoritarismo pero con firmeza. Con frecuencia se refiere a “mi
grupo” y dice cosas como “yo tengo muchachos dentro de la banda a los que uno
les va dando la formación para poner la música de la identidad en un
escenario.” Totó se ha dedicado a reforzar las cualidades escénicas de su banda
para que la música de la identidad se transmita con la energía carnavalera de
la Costa Caribe, ya sea en el Carnegie Hall o en una sala de conciertos a las
afueras de París.
Esta noche, por una
hora y media, Totó hará un despliegue milimetrado de lo que ha aprendido sobre
las tarimas durante medio siglo. Bailará ondeando su pollera y reclinando hacia
abajo su espalda como en una rueda de fandango. Su voz seguirá teniendo el
temple y la potencia de cuando apenas empezó. Permitirá confirmar que con
justicia se le ha confiado una plaza junto a las divas inapelables: Toña la
Negra, La Lupe, Celia Cruz. Su banda, conformada por nueve músicos que
promedian los 40 años, repasará un muestrario abrasador de garabatos, chalupas,
bullerengues, cumbias y más declives rítmicos que en un punto, cuando el
público ya se ha perdido en el baile, sonarán a un solo corazón. “Esto me lleva
al carnaval de Barranquilla”, dice alguien, mientras cierra los ojos y menea
los hombros.
La celebración de la
música autóctona no está exenta de acentos nacionalistas, y en el calor de esta
noche colombiana Totó aprovechará para decir que “cumbia hay en Argentina, en
México, en Panamá, pero la cumbia es colombiana”. Los sombreros vueltiaos se levantarán de las cabezas
para hacer una venia a esa sentencia y las gaitas afilarán el pitido para que los
tambores aceleren y eso se volverá un torbellino patrio.
-¿Cuándo parará Totó
la Momposina de girar a ese ritmo?
-Yo creo que la
música es muy extensa, hay tanto que entregar y yo todavía no he hecho todo.
Uno no siempre va a estar en el escenario, ni viajando ni esas cosas, pero
puede dictar conferencias o entregar otras enseñanzas que tienen que ver con el
mundo del arte.
-¿Es posible que
nunca tenga que dejar la música?
-No, yo de dejar la
música no creo, si ahora es cuando la música de la identidad tiene que sonar.
En medio de tanto modernismo, si uno compara los sonidos hechos en un
computador y los de un concierto, suenan totalmente diferente. Los seres
humanos no podemos perder la sensibilidad para escuchar los sonidos de la madre
naturaleza. Debemos mantener el sentido auditivo para poder apreciar, por
ejemplo, el canto de los pájaros.
*Publicado en Mundo Diners.
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