La fiesta de Ganesh

sábado, septiembre 07, 2013


Eran las 11 de la mañana, el cortejo partió del templo Sri Manicka Vinayakar, en el distrito 18 de París. La luz del sol hacía brillar las guirnaldas que adornaban las carrozas. Miles de personas, fieles y curiosos, copaban las aceras para ver pasar a Ganesh, el dios con cabeza de elefante, uno de los más conocidos y adorados de la religión hindú.

Las celebraciones habían empezado el 19 de agosto, pero el domingo 1 de septiembre Ganesh salió de su templo para dar la bendición a los creyentes.



-Es el dios de los obstáculos –dice una mujer entrada en los cuarenta que abre el paso para que avance la procesión-. Para superarlos, primero tenemos que rezarle a él y luego a su hermano Muruga, por eso hicimos dos carrozas, una para cada uno.

Hijo de Shiva, el dios con poderes destructores, a Ganesh se le considera el patrón de las artes y las ciencias, del intelecto y la sabiduría.

-Es un dios que nos da inteligencia para que pensemos bien de los demás y podamos hacer el bien a todo el mundo –dice Dumesh, un comerciante srilankés de 24 años que, parado en el puerta de su tienda, regala latas de Coca-Cola a los pasantes. Otros regalan leche perfumada con esencia de rosas y otros recipientes con arroz sazonado con especias. 




La procesión avanza por la zona de La Chapelle, Garde du Nord y Marcadet Poisonier, enclaves parisinos conocidos por su amplia población originaria del subcontinente indio. En Francia existen alrededor de cien mil adeptos al hinduismo, religión que es la tercera más extendida en el mundo luego del cristianismo y el islamismo.




Tirando de las carrozas hay hombres con faldones blancos y el torso desnudo, y mujeres hermosas que cada tanto arrancan una letanía para agradar a su dios: ¡Arójara! ¡Arójara! Al pie de tiendas y restaurantes, sus propietarios han levantado altares donde hay platos con frutas, velas encendidas y efigies en porcelana de la divinidad. Cuando la caravana pasa frente a ellos, reciben la bendición y entonces los hombres desatan un espectáculo violento: revientan contra el piso decenas de cocos que esperan acomodados formando una pirámide. La corteza del coco simboliza la ilusión por un mejor mundo; la carne, el karma individual; el agua, el ego humano. Al reventar los cocos los hombres ofrecen su corazón a Ganesh.











Suena la música de flautas y tambores en una cadencia que podría ser de África o el Caribe, y entre los danzantes que portan sobre sus hombros un arco de madera adornado con plumas de pavo real o macetas de arcilla en las que queman trozos de alcanfor, hay quienes se desconectan de este mundo y llegan al trance sin perder el ritmo: los ojos blanqueados hacia el cielo, la sonrisa congelada, como de éxtasis.











Luego de cuatro horas de procesión, Ganesh vuelve a su templo. Entre el público que asistió a la fiesta quedará la sensación de también haber emprendido un viaje.

-Me gusta la intriga, el misterio y el color que tiene esta fiesta –dice un joven entre el público-. Es interesante ver que no se necesita ir a la India para poder ver este tipo de cosas. Es lo bueno de vivir en París

















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