Sevillanas en abril

miércoles, abril 24, 2013



Cuando llega la primavera, quince días después de Semana Santa, en Sevilla empieza la Feria de Abril. Un terreno de aproximadamente un kilómetro de largo y medio kilómetro de ancho, al que se le llama Real de la Feria y que se extiende junto al río de la ciudad, el Guadalquivir, se convierte durante una semana en una ciudadela temporal colmada por más de mil casetas de lona que son ahí mismo salón de recepciones, comedor y bailadero.

La feria se inició a mediados del siglo XIX como un mercado popular de trueque de ganado, y con los años volvió un recinto festivo de carácter público, pero con el funcionamiento privatizado. Las mayoría de casetas pertenecen a familias, empresas, clubes o asociaciones de la burguesía sevillana, y a ellas se ingresa solamente con invitación y en traje de fiesta. Están separadas apenas por una pared de lona, pero adentro cada clan baila sus propias sevillanas y come su propio pescaíto. Unas cuantas casetas son públicas, las tenidas por administraciones distritales, sindicatos y partidos o movimientos políticos, y es a donde van los turistas y los locales sin conexiones con las elites.

Son siete días, mañana y noche, de un desfogue hedonista en el que confluyen –chocan también- los pilares de la tradición –el baile, el cante, la gastronomía, la cultura taurina y ecuestre- y los sinsabores de una crisis que en España amplía cada vez más la brecha entre quienes la sufren y quienes parecen no sentirla. 

En la feria hay también los que, sintiéndola, en abril prefieren hacerle un baile.

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Así lucen las casetas privadas: guardias de seguridad, meseros con uniforme y decoración de encajes, pan de oro y lámparas de araña.




El guardia de una caseta me comentó que los cocineros y el personal de servicio que trabajan en ellas hacen turnos de al menos 10 horas y que son pagados "muy mal". Este fue el primer año que él trabajó como guardia. Su oficio es el de entrenador de fútbol de las divisiones menores de un club local, pero su sueldo de 800 euros al mes no le alcanza para mantener a su familia. "Esta es la última vez que lo hago, yo soy ferista de corazón y prefiero estar ahí afuera disfrutando", me dijo.

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Así luce una caseta pública. En la primera sala está la tarima para los músicos y el baile. En la parte de atrás está el comedor y la cocina.








El menú en las casetas ofrece ofrece raciones de gambas a la plancha, pescaíto y calamar frito, jamón ibérico y bellota, porciones de queso, tortilla de patatas, solomillo de cerdo a la plancha, pimientos asados, cerveza, tinto de verano, vino fino de Jerez, vino Manzanilla (seco, ácido, pálido, 17% de alcohol). Mucha grasa, mucha fritura, mucho calor en la cocina.

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A las 12 de la noche del primer día de feria (este año fue el 15 de abril) se encienden las luces de la puerta del recinto y los cableados con bombillos que iluminan todo el perímetro. Los asistentes se juntan en la calle e inician un conteo regresivo que culmina a la hora en punto con un aplauso: la semana de Feria de Abril queda oficialmente inaugurada.







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La caseta (pública) del Partido Comunista de Andalucía es una de las más concurridas de la feria.  Los precios de comidas y bebidas son más bajos que en el resto de casetas públicas; es permitida la entrada de vendedores ambulantes y no existe un código de vestimenta. Quienes trabajan ahí son voluntarios afiliados al partido. Varios de ellos estaban contentos por el reciente triunfo de Nicolás Maduro en Venezuela.









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Baile, feria, turistas y glamour de primavera.












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Los coches de caballos abundan en las calles de Sevilla. Proponen paseos por el centro histórico y también recorridos por el recinto ferial, donde son los únicos medios de transporte permitidos. Los animales son tirados y montados por caballistas o por amazonas, que usan trajes impecables con sombreros de ala ancha y copa corta. Muchas mujeres que acuden a la Feria visten trajes flamencos, y es común verlas en la calle junto a niñas que llevan la misma elegancia.








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Por la noche, grupos de caballistas salen de la feria hacia el centro de la ciudad y hacen recorridos por bares y restaurantes populares . Se aparcan y animan a los comensales haciendo bailar a sus caballos y cantando y bailando ellos mismos sobre el lomo de los animales. En recompensa, el público y los responsables de los establecimientos les ofrecen bebidas, por lo general vino o cerveza; y así, con el evidente efecto de éstas en su locomoción, aun entre tambaleos continúan con su trayecto mientras la noche avanza y el nuevo día llega para que el ciclo de fiesta empiece de nuevo.






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