Por desgraciado
viernes, junio 14, 2013
Continuó X ahí sembrado, con el
rostro al piso, sin siquiera espantarse las moscas que le merodeaban las
orejas, sin enterarse de que su desgracia, durante ese respiro de tiempo que
pensaba sería el último, había sido también la desgracia del día para la SNCF, la empresa estatal de
ferrocarriles de Francia. El controlador avisó a la estación de policía local y
a los servicios de socorro, pero X, desentendido de que iban por él y aún
absorto en los fangales de su propósito, continuó imaginando cuán caliente
sería ese golpe seco en su espalda.
Hasta que sonaron las sirenas, y
solo entonces X levantó la mirada de esa vía que, desde sus pies, se extendía
al infinito. Dos agentes lo alcanzaron y lo inmobilizaron apretándole los
brazos contra las caderas. No lo pusieron contra el piso porque él no opuso
resistencia. Al contrario, sabiéndose derrotado, se entregó ligero a la cordial
gestión de los gendarmes. Enseguida, los paramédicos, que tenían una cobija
abierta y listo el medidor de la presión, le hicieron un examen de rutina y
luego se lo llevaron al hospital de Mureax para una evaluación sicológica.
Ya ahí, el asunto fue expedito,
porque aunque pareciera raro, fue sencillo establecer que X no tenía
atormentada la razón. Interrogado por el jefe de policía que le escoltaba sobre
el porqué de su empeño, X, con un hilo de voz quebrada, respondió: “una pena
del corazón.”
Prosiguió un silencio piadoso que se
extendió hasta que el mismo X lo rompió con un desfogue de su carraspera, pero
no bastó su honestidad ni la angustia misma de su caso. Cuando X pensó que,
habiendo demostrado su compostura no tendría más que irse a casa con el peso de
una tarde desastrosa, le informaron que la SNCF presentará una demanda en su contra por “atentado
a la circulación de trenes y penetración ilícita en la vía ferroviaria.” En
Francia, alrededor de 450 personas se arrojan a las rieles cada año, y en vista
del caos que eso genera, de los miles de personas que resultan penalizadas en
sus trabajos por llegar tarde y de los miles de euros en pérdidas que
provocan los retrasos y las cancelaciones de viajes, la empresa de
ferrocarriles estableció una multa sistemática para intentar disuadir la
fatalidad. Los dramas de las personas significan para la SNCF contratiempos de logística. Queda por ver si, en lugar de desalentar, el temor a la sanción termina por
animar a los desdichados.
Ahora, X, 22 confundidos años,
espera a que le confirmen si deberá pagar dos años de cárcel y 4500 euros de multa.
La SNCF ha
anticipado, no obstante, que dado el aspecto humano inherente a su caso, la
demanda podría ser retirada.
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