Václav Havel y Lou Reed, una relación de terciopelo*

miércoles, marzo 28, 2012

foto: Wall Street Journal

“Havel, que es muy amigo mío, me pidió que actuara en su visita a la Casa Blanca y yo le dije que por él tocaría hasta en la luna”. Así le respondió Lou Reed a un periodista cuando éste le pidió explicaciones sobre su decisión de presentarse ante Václav Havel y las familias Clinton y Gore en la sede del gobierno estadounidense, una noche de septiembre 1998. Lou Reed, el cantante y líder de The Velvet Underground, que estudió periodismo y ha mantenido con la prensa una relación reputadamente áspera, reaccionó de esa forma cuando, en el verano de 2000, en Madrid, un reportero le insinuó que, a su juicio, dicha presentación de 35 minutos en la que también estuvieron presentes Henry y Nancy Kissinger, Kurt Vonnegut y Mia Farrow, había significado un desliz en su carrera. Reed arrugó aún más su frente, le recomendó pasar por la escuela antes de dirigirse a él y le instó a dejar de escuchar sus discos si pensaba que, por haber dado ese concierto íntimo, había perdido autenticidad.

Reportando desde Praga
“Una revista”, así lo ha declarado Reed sin querer dar más detalles, le pidió que fungiera de reportero y lograra una entrevista con esa figura emblemática de la resistencia al comunismo que, en el lapso de tres años, había sido el último presidente de Checoslovaquia y el primero de la posteriormente constituida República Checa. El cantante había declarado que entre sus intereses estaba conocer a dos personas en particular: la una era Hubert Selby Jr. (1928 – 2004), un escritor estadounidense marginal, genial y subvalorado que fue reconocido solamente por quienes gustaron de hurgar entre las joyas del subterráneo; autor, entre otras obras, de Requiem for a dream. La otra persona era “el presidente Václav Havel”.

Por su lado, Havel había redactado una lista de personas a quienes, eventualmente, podría conceder una audiencia dado que por su creciente popularidad internacional muchos habían solicitado entrevistarse con él. Entre los primeros nombres de su lista se apuntaba lo siguiente: Lou Reed: Cantante. Nacionalidad: estadounidense.

Al enterarse de ello, Reed aceptó el desafío de la revista y aterrizó en Praga el verano de 1990 con una grabadora en la mano.

“Siempre es peligroso conocer a alguien que admiras”, declararía luego Reed acerca de ese primer encuentro, y confirmaría la consideración que hasta entonces le tenía a la distancia: “Havel es enormemente encantador, increíblemente inteligente, muy cultivado, un intelectual, lo que obviamente yo no soy… además es totalmente adepto al rock y ama la música, pero, por sobre todo, hay algo de él que te atrae, es un poder magnético”.

De vuelta en Nueva York, Reed presentó su trabajo, pero la revista se negó a aceptarlo tal como lo había escrito y le pidió que hiciera más cambios que los que estaba dispuesto a aceptar. Para zafarse del embrollo, Reed devolvió el dinero que le habían adelantado y guardó la entrevista en sus archivos.


Rock en la campiña

Foto: HACER

Aunque Havel nació en el seno de una familia de la alta burguesía checa, sus disputas con el comunismo lo desplazaron de sus privilegios de clase y le vetaron el acceso regular a la universidad. Pudo, entre 1955 y 1957, estudiar Economía en la Universidad Técnica de Praga, pero sus inclinaciones artísticas, abocadas a la literatura y al teatro, lo condujeron a iniciarse, en 1960, como tramoyista en el Teatro de la Balaustrada de Praga antes de convertirse en el autor de varias piezas que tendrían una importante repercusión en el movimiento de oposición al comunismo. Entre 1962 y 1965, con obras como La fiesta del jardín, El memorando o La creciente dificultad de concentración, Havel se fraguó una respetable notoriedad y comenzó a punzar en algunos de los vicios que más le disgustaban del status quo, entre ellos el del lenguaje burocrático acuñado por los tecnócratas y la intelligentsia adicta al régimen. El 5 de enero de 1968 veía cómo la resistencia que había apoyado desde el comienzo de la década alcanzaba su clímax cuando, aupado por sectores progresistas, se ponía al mando del país Alexander Dubcek, el Primer Secretario del Partido Comunista Eslovaco, pero de corriente reformista, que llegaba a reemplazar al presidente de Checoslovaquia, el estalinista Antonin Novotny, al que tanto Moscú como el Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco le habían retirado el voto de confianza. Nacía entonces un corto periodo de ensueño: la Primavera de Praga.

Durante ese tiempo, dentro de un proceso que Dubcek denominó “socialismo con rostro humano” se plantearon transformaciones como la legalización de diversos partidos políticos y sindicatos, el derecho a huelga y la defensa de la libertad de expresión; sin embargo, tales cambios se mantuvieron siempre vistos con recelo desde Moscú, donde existía una férrea determinación a sostener el sistema en todos los estados satélites del imperio comunista. Para frenarlos de lleno, en agosto del mismo año, tan solo siete meses después de que la Primavera de Praga provocara euforia en las calles checas, el ejército ruso y las fuerzas del Pacto de Varsovia invadieron el país y aplicaron la “normalización” del comunismo a fuerza de los 2000 tanques que desplegaron. Los vientos de reforma que apenas alcanzaron a refrescar el panorama político se deshicieron con el vuelo de las golondrinas y Dubcek, el líder del proceso, terminó expulsado de la dirección del Partido y tuvo que regresar a Eslovaquia para continuar ganándose la vida como guardia forestal. En su lugar se instaló Gustav Husak, afín al bloque soviético.

Pero mientras la Primavera de Praga todavía parecía una conquista, Havel hizo una pausa y en mayo del 68 fue a Nueva York para presentar su obra El memorando, y en una visita que hizo a la Universidad de Columbia, un amigo suyo le recomendó escuchar el disco de una banda que había empezado a sacudir el underground de la ciudad. Para darle más señas le describió la portada diciéndole que tenía la ilustración de una banana amarilla hecha por un artista de nombre Andy Warhol. El álbum se llamaba The Velvet Underground and Nico y había sido lanzado en marzo de 1967.

Mientras Havel en Nueva York abrazaba lo más vanguardista del rock emergente, en Praga nacía el que luego se convertiría en el colectivo artístico de más férrea oposición al régimen comunista de su país: The Plastic People Of The Universe, una banda de rock sicodélico cercana al círculo de intelectuales del que hacía parte Havel y que tuvo entre sus principales influencias, precisamente, a The Velvet Underground.

A su regreso a Praga y una vez aplicada la “normalización” soviética, Havel rechaza el exilio y decide quedarse para ejercer la disidencia desde adentro. Luego vendrían varios periodos de cárcel por su activismo, pero también una etapa de organización de resistencia. Havel compra una casa campestre en Hrádecek, un pequeño pueblo del noreste checo, que sirve como centro de reuniones y como plataforma para que varias bandas clandestinas de rock puedan enchufar sus guitarras con menos riesgo que en la capital. The Plastic People Of The Universe comienza sus experimentaciones a la vez que interpreta temas de The Velvet Underground, y a las asambleas disidentes se les pone como banda sonora los discos de Frank Zappa y los Rolling Stones antes que los de los Beatles. Esas figuras que al otro lado de la cortina de hierro emergían como símbolos de rebeldía empezaban a ser acogidas también por ese núcleo intelectual. En sus Meditaciones de verano (1991), Havel declararía que, durante esa temporada de turbulencia, de ellas absorbía "un temperamento, un estado de espíritu no conformista, una orientación antisistema y un interés por los desposeídos y humillados”.


Aterciopelados
En 1977, un grupo de intelectuales que mantuvo el espíritu de la Primavera de Praga publicó un manifiesto llamado Carta 77, una expresión de desavenencia con el régimen comunista y una exigencia de respeto a los derechos humanos que halló gran respaldo en la comunidad internacional. La Carta 77 constituye uno de los embriones que impulsaron el movimiento pacífico de oposición que terminó por arrebatarle el poder al Partido Comunista de Checoslovaquia, y que permitió la inserción de ese país en un proceso de reconversión democrática hacia finales de 1989. Tal proceso, que se alentaría con los vientos aperturistas procedentes de la Unión Soviética a través de la Perestroika, fue lo que se conoció como la Revolución de Terciopelo (The Velvet Revolution), denominación que se considera una referencia a la influencia liberadora que habría tenido la música de The Velvet Underground en su desarrollo y sus gestores. Lou Reed, sin embargo, ha preferido no adjudicarse el influjo y ha reivindicado tal mención relacionándola con el pacifismo que implicaron sus acciones, incluso a pesar de que la amistad que en adelante consolidó con Havel dejó en evidencia esa conexión.

Una época y un modelo veían el ocaso de esa forma y por ahí el rock que representaba la contracultura aportaba lo suyo sin mayores alardes. El Partido Comunista checo abandonaba el poder en diciembre de 1989 y a vísperas de la llegada del siguiente decenio Václav Havel juramentaba como nuevo jefe de Estado en Checoslovaquia. Hacia 1993, y con otros procesos políticos de por medio, el país se dividiría en dos naciones y, por el lado checo, Havel juraría otra vez, bajo una nueva constitución, como el primer presidente de ese Estado naciente. 
Lou Reed llegó a Praga en el verano de 1990 para hacerle una entrevista a Havel  pocos meses después de que éste asumiera su primer mandato. En la casa de gobierno verificaron su nombre en la lista de privilegio y le dieron una bienvenida afectuosa. Reed y Havel se sentaron frente a frente y empezaron una conversación distendida, y para cuando el hielo se había roto completamente, el presidente quiso hacer una pausa para tomar una cerveza y entonces se animó a decírselo: señor Reed, ¿sabía que soy presidente gracias a usted?

* Václav Havel falleció el 18 de diciembre de 2011.

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