Fiesta en el templo

viernes, abril 15, 2011


Un viento digital empieza a soplar como un espectro misterioso. El Dj, sin audífonos frente a una consola discreta en aparataje pero avanzada en tecnología, va soltando golpes de bajo que se asientan como los latidos de un corazón en calma. Junto a él, el pianista, ataviado con chaqueta liviana de terciopelo negro y en actitud matadora a lo Louis Garrel en Ma mère, comienza a responderle de a poco marcando notas con síncope elegante. Al otro costado, al comando de más perillas y otro computador, el tercer jinete va metiendo sus partes con bastante modestia en los gestos. Sobre las paredes de la sala empiezan a desenroscarse las pantallas blancas y en segundos el auditorio entero se vuelve una caja de luz.

La Gaité Lyrique es el espacio de París dedicado a la exploración de las culturas digitales expresadas en forma de cine, música, teatro, danza, artes visuales, moda, arquitectura, diseño gráfico, web, programación informática, videojuegos y todo o casi todo el resto de disciplinas que pueda escaparse de esta lista. En suma, es la meca francesa donde arte y tecnología se van de festín. Funciona en un majestuoso teatro antiguo cuyo origen se remonta a finales del siglo 19 y donde se han programado rimbombantes y particulares –aunque extrañamente también populares- homenajes al arte, que han incluido óperas, ballets rusos y celebraciones del cumpleaños de Víctor Hugo. Entre 1980 y 2002 vive un periodo de decadencia en su estructura y su manejo, hasta que la municipalidad de París decide rehabilitarlo para empezar a darle la forma y el contenido que maneja actualmente. Desde entonces, y con varios renacimientos periódicos, como el del pasado febrero cuando se presentó una nueva hoja de ruta en cuanto a su programación, LGL ofrece en su edificio de caraza imperial y alma de prototipo espacial lo más vanguardista del universo artístico digital, como este concierto galáctico narrado a tres soplos entre los músicos Carl Craig, Franceso Tristano y Moritz Von Oswald.

Se trata de un versus 2.0 que es concierto, happening y fiesta. Carl Craig es un productor peso pesado de música techno, originario de Detroit, que tiene a su haber siete álbumes y siete alias. Tristano es de Luexemburgo y posee dos corazones: uno entregado a la música clásica y al jazz moderno y otro para la electrónica como parte del grupo Aufgang (el grupo habría de formarse de manera espontánea y azarosa durante el festival Sónar, de Barcelona, en 2005, donde se presentó tras ensayar cinco noches que significaron el lazo perpetuo). Moritz Von Oswald es un alemán clave entre las antiguas camadas de la música electrónica de Berlín, y durante los noventa llegó a ser considerado uno de los productores de techno más influyentes de la escena. Ahora están juntos sobre un escenario formando una U. Craig suelta ese soplido espectral y sus camaradas le siguen aumentándole al colchón sonoro texturas y frases de piano que de a poco agarran galope. Cada filtro digital que los músicos sueltan modifica tan precisamente la estructura sonora como las proyecciones de imágenes creadas para el show por el colectivo Scale.

El house análogo-digital va tomando forma y los pasajes musicales incluyen tensiones orquestales que suenan a momentos cumbre de películas de superhéroes. Es un house a medio camino entre lo artificial y lo orgánico y analógico que le aporta el genio al frente del piano de cola y el minimoog. Una suerte de house bio en este primer mundo donde sólo a los productos del arte les falta mostrar la etiqueta de empatía con el ambiente y la buena salud.

Las paredes se van a blanco. Los bajos comienzan el trote hacia el centro de la pista y el Dj se entusiasma. Explota el dance con una base de electrónica sostenida y figuras de piano que por momentos se mantienen convencionales y a ratos agarran quiebres de tempos difíciles de descifrar para oídos poco entrenados. La sala tiene sus cuatro muros-pantalla encendidos y de vez en cuando aparecen acentos tenues de luces amarillas, rojas y celestes que le hacen parecer una enorme pecera high tech. De pronto, un gráfico alargado como el modelado de una víbora en 3D empieza a serpentear alrededor y el movimiento hace que la experiencia se vuelva de 360 grados.

La fiesta arranca. Academia y discoteca se encuentran en un versus 2.0 y como okupas futuristas se apoderan del edificio cumbre de las artes digitales de París.

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