EDOC: como no lo vio en TV
miércoles, mayo 12, 2010Sea por la eficiente promoción de las industrias culturales o porque la misma gestión autónoma ha logrado poner a salivar las apetencias de consumo, las evidencias en los mercados muestran que los productos literarios y cinematográficos de ficción disfrutan en la actualidad de la salud necesaria para sostenerse comercialmente atractivos y discursivamente ingerentes. Qué mejor si la oferta alcanza a cubrir todas las expectativas y a abarcar todos los nichos. Así, la escogencia podrá mantener su base en la discriminación informada.
Hace algún tiempo deseché la preocupación sobre la hipotética extinción de la especie de individuos destinados a aportarle a la vida las dosis de ficción indispensables para distender el pragmatismo. Las mentes capaces de plantearle artilugios a la existencia seguirán reproduciéndose o saliendo de sus sombras en una proyección que ni los siglos por venir ni las revoluciones por ensayarse serán capaces de emblandecer. Y si alguna decaída hubiera, seguros podemos estar de que el mismo sistema los pondría a trabajar de nuevo. Ya hacia la derecha o hacia la izquierda. Ya hacia ninguna parte.
No obstante, sea porque la eficiente gestión de las industrias culturales hegemónicas obnubila la mirada o porque la acción autónoma no alcanza para sacarla de las sombras, cosa distinta ocurre con la producción que se atreve con lo que se entiende como mundo real. La sensación y las mismas constataciones dejan ver que mientras el periodismo corporativo más se alinea con las directrices de los intereses empresariales, menos queda de lo que ingenuamente alguna vez se consideró un poder independiente que, del lado ciudadano, sirviera como contrapeso del autoritarismo y la corrupción. Y sobre esto, creo, sí hay que preocuparse.
To Shoot an Elephant (Matar a un elefante), Alberto Arce y Mohammad Rujailah, España, 2009, 112' (http://www.festivaledoc.org)
Si entendemos que los objetos y las situaciones de la “realidad” jamás son aprehendidos como puros, pues siempre resultan interpretados por los filtros, por decirlo de alguna forma, que constituyen nuestro lenguaje y los agentes, instituciones, productos y discursos encargados de generar y difundir información, hemos de comprender y aceptar también que lo que circula traducido en formatos periodísticos se construye cada vez con mayor apego a la parcialización de las apetencias massmediáticas.
Por esto, la existencia de un espacio que dispute con los que procesan y potencian relatos monológicos significará siempre una orilla para otro anclaje, y eso es, precisamente, lo que el festival anual EDOC significa mientras dura, y lo que la videoteca de Cinememoria representa desde que empezó a consolidarse como el importante archivo de contenidos documentales que es.
Para distanciarnos de las lógicas que enarbolan los medios tradicionales y los blockbuster necesariamente tendremos que reforzar una suerte de economía alterna de conocimiento que, a manera de moneda de intercambio, ponga a circular más las piezas documentales y menos las verdades truchas de los canales lindos y el periodismo independiente. Hablo de aproximaciones divergentes de las estandarizadas al servicio del capital, las necesarias para encarar, interpretar y procesar en signos los fenómenos y acontecimientos que dilatan el día a día de la “realidad real”; para tejer en textos las marañas de signos que de ellos se desprenden; para plasmar en audiovisual los torrentes de textos que están disponibles para armar. No me refiero, por ahora, a los temas abordados y a lo novedoso de los tratamientos que se les pueda dar para que no parezcan agotados. Hago mención aquí de una postura política indispensable para poner en sospecha la construcción social de una realidad informativa monocorde. Y en esta apuesta, los EDOC juegan ya un rol trascendental.
Por esto, la existencia de un espacio que dispute con los que procesan y potencian relatos monológicos significará siempre una orilla para otro anclaje, y eso es, precisamente, lo que el festival anual EDOC significa mientras dura, y lo que la videoteca de Cinememoria representa desde que empezó a consolidarse como el importante archivo de contenidos documentales que es.
Para distanciarnos de las lógicas que enarbolan los medios tradicionales y los blockbuster necesariamente tendremos que reforzar una suerte de economía alterna de conocimiento que, a manera de moneda de intercambio, ponga a circular más las piezas documentales y menos las verdades truchas de los canales lindos y el periodismo independiente. Hablo de aproximaciones divergentes de las estandarizadas al servicio del capital, las necesarias para encarar, interpretar y procesar en signos los fenómenos y acontecimientos que dilatan el día a día de la “realidad real”; para tejer en textos las marañas de signos que de ellos se desprenden; para plasmar en audiovisual los torrentes de textos que están disponibles para armar. No me refiero, por ahora, a los temas abordados y a lo novedoso de los tratamientos que se les pueda dar para que no parezcan agotados. Hago mención aquí de una postura política indispensable para poner en sospecha la construcción social de una realidad informativa monocorde. Y en esta apuesta, los EDOC juegan ya un rol trascendental.
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