Lo que se dice fraude*

domingo, mayo 24, 2009




Fraude es lo que le hicieron a Andrés Manuel López Obrador en 2006 cuando parecía que iba a convertirse en el presidente número 85 de México. Así lo cuenta la película Fraude: México 2006, que se presentó en el Festival de Cine Documental EDOC.

Si bien este resulta un trabajo de evidente filiación política al movimiento que lidera el ex alcalde del D.F, tampoco podría decirse que fue mandado a hacer a la medida. Según la película, 40 millones de mexicanos creyeron que lo que pasó ese 2 de julio fue un fraude evidente. De ellos, muchos colaboraron en la colecta pública que se hizo para financiar parte de la producción y algunos aportaron con tomas de video para montar un filme de gran valor histórico. Un ejercicio de participación política terminó tomando forma de película, mientras que la vigilia pacífica de millones de personas que se sostuvo en las calles durante el proceso de escrutinios significó uno de los más impresionantes actos de implicación ciudadana en los asuntos de interés público de la historia reciente de ese país.

Tomas de handycam de urnas saboteadas y actas alteradas a favor del Calderón entonces candidato; intervenciones del Fox entonces presidente incentivando a votar por Calderón; un compendio de propagandas multimediáticas alarmistas y desesperadas, y extractos de entrevistas a López O. que confirman sus habilidades retóricas, contribuyen a hacer de este filme un riquísimo sumario sobre la agitación electoral de entonces.

Sin embargo, como le rebaten algunos críticos, su argumento trata de imponer una verdad parcializada y evade introducir el debate acerca de una izquierda mexicana extraviada ideológicamente y, por ejemplo, tampoco indaga en el porqué López O. perdió en cuestión de tres semanas 10 puntos porcentuales, o sea, cinco millones de votos con los cuales no habría habido fraude capaz de destronarlo.

En una analogía inevitable, seguramente para los ecuatorianos que la vieron la película significó un retrato a escala de la muy contemporánea realidad política por la que atravesamos. Esas verdades a medias y esas mentiras enteras montadas por medios de información; las actas extraviadas y las manoseadas; el organismo electoral con sus ajetreos incompetentes. Todo está ahí. Y también está, cómo no, pero con la debida distancia, la relación entre las figuras denunciantes de un fraude. López O. recaba datos y argumentos que si no dejan la certeza sí al menos una duda sólida sobre el perjuicio. En su caso, la diferencia definitiva que lo desfavorece bordeó apenas el 0,67%. Acá, Lucio Gutiérrez continúa reclamando por un supuesto fraude y lo hace sin anteponer pruebas irrebatibles para impugnar una diferencia que lo deja como perdedor con más de 20 puntos porcentuales. Pero la dicotomía más destacable es otra.

Mientras López O., tras la oficialización de las últimas cifras se niega a asumirse como la figura opositora pues el hacerlo, según su inteligencia, legitimaría un proceso que sigue considerando fraudulento, acá Gutiérrez se declara el gran opositor para volverse el rostro visible de los medios que le aúpan y de los grupos que le financian. Y, más, para, haciéndolo, legitimar una realidad que dice desacreditar. Claro, Gutiérrez no es inteligente.


* Publicado en El Telégrafo el 23 de mayo de 2009.

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