Bitácora palestina*

jueves, enero 29, 2009


(Foto: EFE)

Ahora entran al campo los comisionados de los organismos internacionales para constatar la magnitud de la tragedia. Ahora que todo está perdido. A muchos nos pareció que lo que ocurrió durante casi un mes en la Franja de Gaza no puede ser tipificado sino como un crimen de lesa humanidad, pero solo ahora personeros de Amnistía Internacional y de las Naciones Unidas visitan territorio palestino para constatar si lo que el mundo aborreció es verdaderamente contundente. Y dicen, según el sitio web de la BBC, que así entendieron que el fósforo blanco que utilizó Israel arrasó indiscriminadamente con la población civil palestina. Dicen también que Hamas usó a la gente de su pueblo como barreras humanas y que lanzó cohetes, también indiscriminadamente, hacia el lado israelí. El mundo ya lo sabía. Pero solo ahora que quedan más de 1.300 muertos, por lo menos 400 de ellos niños, los organismos plantean una investigación para juzgar a ambas partes “por igual” , según las normas jurídicas internacionales que no pudieron impedir que esas cifras tuvieran que archivarse en las bitácoras de sus informes técnicos y en la esperanza perdida de un pueblo acribillado.

(Foto: EFE)

Un hombre árabe está parado en lo que alguna vez fue un piso alto de un edificio. Su mirada se hunde en los escombros: una panorámica de ciudad devastada de los cimientos al cielo gris. Lo que sus ojos alcanzan a ver es la nada. La fotografía, signada por la agencia de noticias AP, circuló, entre muchas más, por los diversos dispositivos de socialización virtual de los que hoy nos valemos para entablar conexiones globales, y que, en casos como el de la tragedia narrada, resultan determinantes. A través de esa galería pudimos ver esa Palestina que ni mostraron en su entera dimensión los medios tradicionales ni decidimos observar por nuestra cuenta para socaparnos la apatía. En sucesos así, se tiende a evitar encarar el tema impidiéndose mirar de frente las imágenes más crudas y a escuchar los testimonios más decidores. Decisión legítima, por un lado; discreto ejercicio de vaciamiento de la memoria, por otro. Cómo virarle la atención a una catástrofe que se muestra en su más extenso drama en tanto se vale de los más variados lenguajes comunicativos y de las plataformas cada vez más insertas en los hábitos de compartición de información. No se practica, en el contacto con las imágenes más duras, intento alguno de morbo o perversión, se crea con ellas un vínculo transtemporal y transgeográfico potenciador de conocimiento y de construcción de opinión. El evitar su apreciación implicaría sumarse a las maquinarias que tergiversan y censuran. El evitarlo sería engordar la vista y eludir una postura a cuenta de no haber pisado el terreno mismo de los hechos. Por eso, el que a esta altura los organismos internacionales quieran cerciorarse de la proporción del desastre para entonces entablar una imposible demanda legal, suena también a agravio humano. Los relatos estuvieron siempre ahí, los ciudadanos del mundo sin el poder de las instituciones los aprehendimos para emitir una condena moral sobre los sinsentidos de la guerra. Y, sobre todo, para mantener activa la memoria.

*Publicado originalmente el 23 de enero de 2009 en El Telégrafo.

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