Vivir para documentarla

miércoles, junio 27, 2012



El sótano en la casa de Raymond Depardon debe ser como un baúl encantado, o como esos cuartos secretos donde los abuelos guardan los misterios de sus vidas. Junto a un armario refrigerado para buenos vinos –su familia es de la región de Beujolais- debe haber un par de estantes donde reposan los invalorables registros de su irrefrenable vida de documentalista. Debidamente etiquetado y organizado como estará, ese material podría constituir el testimonio del desarrollo tecnológico audiovisual, así como del transcurso de una buena parte de la historia del siglo XX. La ingeniera de sonido para cine, Claudine Nougaret, pareja y socia de Depardon desde hace 25 años, lo define con justeza: “Él atravesó el siglo y a la vez es súper moderno, porque luego de su largo recorrido, en el que ha abordado a la vez la política, lo humano, las instituciones y sus relaciones de poder con los individuos, llega a fotografiar en la calle de una manera particular”. Depardon empezó su carrera a finales de los cincuenta siendo asistente en un laboratorio de fotografía, y hoy, a sus 70 años, la continúa sin aflojar el pulso convertido en un artista documental.   

            Su último proyecto fotográfico le tomó cinco años. Cargó su cámara de gran formato, se embarcó en un camión para acampar y se fue a recorrer la Francia profunda para hacerle estampas a la arquitectura rural. Salvo dos o tres imágenes que se incluyen en su grandioso libro La France de Raymond Depardon (uno de los resultados de ese viaje), ninguna tiene gente: en su espíritu del momento estaba escuchar el silencio de ese país -el suyo- que poco había explorado en profundidad por haber entregado la mayor parte de sus años a recorrer el mundo hacia afuera. Claudine Nougaret viajó con él y documentó ese proceso. Al cabo del recorrido, bajó al sótano y comenzó a revisar lo que Depardon mantenía resguardado. Seleccionó material inédito y le propuso a él despertarlo de esa siesta en la que pudo haberse quedado, quien sabe, por siempre. Juntaron esas tomas a las del viaje por el interior de Francia y dirigieron el montaje del documental Journal de France: más que el registro cotidiano de una época, el pretexto oportuno para volver sobre la inagotable carrera de este periodista, fotógrafo y documentalista inmenso a partes iguales. 42 obras audiovisuales y 29 libros de fotografía lo certifican.

         
“Yo ignoraba que había captado todas esas imágenes, y sobre todo ignoraba que había captado todos esos rostros”, ha dicho Depardon sobre el material que guardaba en su sótano. Como hace cada tanto con los miles de hojas de contactos que también acumula, tuvo que volver sobre esos archivos para redescubrir cómo encaraba a los sujetos a través del lente de su cámara. Haciéndolo, se redescubrió a sí mismo en su proceso de maduración profesional. Acontecimientos en Venezuela, en la República Centroafricana, en Praga, en hospitales psiquiátricos de Italia, en tribunales penales y en las calles de París, se muestran con el registro granulado del Super 8 y con la evolución paulatina de las cintas de video. Las tomas van de ejercicios callejeros para afinar las técnicas de filmación a escenas de largometrajes inéditos, como el que realizó sobre el ex presidente francés Valéry Giscard d´Estaing y que en su tiempo fue impedido de proyectarse, o a extractos célebres, como el del gran reportaje que le lanzó a la fama: el del secuestro en Tchad de la etnóloga francesa Francoise Cloustre y que, tras difundirse en Francia, sirvió para que el gobierno decidiera pagar por el rescate.

            A pesar de la justa narración en off de Claudine Nougaret (primera vez en los 25 años de colaboración con Depardon que figura en una película más allá de los créditos), las varias tomas de archivo junto con las del viaje fotográfico pueden dejar la sensación de un conjunto fragmentario, de un puzzle armado a capricho por la imposibilidad de quedarse quietos. Pero es sólo una sensación. Una de la forma, quizás, porque más fuerte y más placentero es el ánimo que conceden sus testimonios y el espíritu de su trabajo. Depardon, que en 1966 creó la agencia de fotógrafos Gamma (Abbas, Sebastiao Salgado, David Burnett, Gilles Caron, Jean Gaumy) y que en 1979 se convirtió en miembro de la célebre Magnum, lo que recuerda en Journal de France es que, por encima y a pesar de la interconexión virtual, hoy no existen excusas para debilitar la pasión. Cuando lo que interesa es narrar historias, cualquier riesgo vale y cualquier esfuerzo es apenas justo. Journal de France apareció décadas después de que él, en varias ocasiones, tomara un avión, su cámara fotográfica y no supiera siquiera si iría a volver.


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