Gogol Bordello no puede parar

miércoles, diciembre 28, 2011


Su mánager se los pidió, pero no le hicieron caso. Les dijo que debían parar un poco, que habían girado demasiado, que se estaban repitiendo, que debían hacerse desear. Desde mayo de 2009 habían tocado alrededor de 300 conciertos en 36 países. Cinco meses por la carretera.

Pararon.

El segundo guitarrista, el bajista y el baterista arrancaron con los proyectos paralelos que les estaban esperando para cuando se dieran una pausa. Del resto, la mayoría regresó al New York al que siempre regresa. Eugene, el cantante, voló al Río de Janeiro al que regresa desde que fijó ahí su residencia.

Lo intentaron.

A las dos semanas uno de los miembros envió un email a los demás pidiéndoles que lo sacaran de su casa, que la inactividad lo estaba volviendo loco. Otro luego dijo que sí, que era una locura parar, que a su edad no podía cometer ese error, que ya le llegaría la hora de hacerlo sin remedio, pero no todavía. Otro más argumentó que las cuentas no se pagan solas, que para eso hay que trabajar.

Hablaron con el mánager. Lo convencieron.

Cuando la trashumancia se lleva como historia y no solamente como circunstancia, el reposo puede perturbar.

Meditaron sobre un concepto para lo que era inevitable. Al ya no ser ocho sino cinco sobre la tarima pensaron en algo más íntimo, más relax.

- Un show acústico.

Claro.

Tendieron un mapa. Fijaron tachuelas donde había amigos, familia, amigas. 13 fechas en 25 días. Inglaterra, Suecia, Finlandia, Rusia, Ucrania, Italia, Francia.

Paris, 13 de diciembre de 2011. En el Cabaret Sauvage entran hasta 1200 personas. Hubo mil. Vinieron de Portugal y de Bélgica sólo para ver el concierto. Con mochilas ligeras que cargaban chompas, gorros y bufandas aguantaron pataleando en medio del remolino. Dos horas de untza untza frenética que de acústica tuvo el pretexto. 

Que de relax tuvo la paz del síndrome de abstinencia.

De íntimo el sudor.








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