El baile del bombero

martes, julio 26, 2011


Más vale que esa noche ninguna fuerza oscura conspire contra tu bienestar. Dicen que son ellos los que en esta ciudad llegan a tiempo para socorrerte cuando hace falta; que los otros, como en el país de la línea imaginaria, o no llegan nunca o lo hacen tarde cuando ya hasta el viento corrió. Pero si alguna vez no han de llegar será mientras dure su fiesta anual. La gente los comprenderá y más bien querrá lanzarse con ellos a incendiar la noche. El 13 y 14 de julio los cuarteles de bomberos de Francia se prenden en fiesta y yo no sé si quedan efectivos en alerta porque a los que están alrededor se los ve tomando o vendiendo cerveza. O atizando la temperatura de las damas.


A inicios del siglo XX los bomberos franceses decidieron tomar la noche del 13 de julio como su fecha de conmemoración, anteponiéndola al festejo nacional del 14 para que, en nombre del orgullo y la fuerza patria, la parranda agarrara de largo, como caminito de pólvora. Hoy, el asunto parte el 13 y en muchos de los 47 destacamentos de la región parisina se agasajan los dos días como para que no queden deudas. La fiesta empezó siendo privada, extendida apenas para los familiares de los bomberos, pero hacia 1937 las puertas de la casserne del distrito 18 de París, que queda en Montmarte, habrían quedado abiertas y entonces algunos caminantes que pasaban cerca habrían hecho lo único pertinente para el momento: entrar y deambular torpes por minutos hasta quedar integrados a esa fiesta que en adelante se volvió general.


Hoy las puertas siguen abiertas, hay en las que se cobra el ingreso y en las que se planta un barril como alcancía para que los visitantes depositen su voluntad. Pocos son los que no dejan caer unas monedas: los bomberos en este país son símbolo de valentía y eficiencia, son respetados y admirados, y ya que abren de palmo a palmo el portón de su caserna lo mínimo que se puede hacer es colaborar para que al año siguiente se repita la verbena.


El Bal des Pompiers (Baile de los bomberos) se asemeja a una fiesta de pueblo chico, donde el perímetro de la plaza se cerca de kioskos de comidas y bebidas y donde una tarima mediana hace de cabecera de feria. En Montmarte el espacio es amplio, la fiesta transcurre en el patio central de un cuartel enorme que comparte terreno con bloques de viviendas donde residen los mismos bomberos con sus familias. De extremo a extremo, tendederos de banderines con la bleu, blanc, rouge se extienden para darle decoración cívica al evento y estética añeja de ganguette, esos salones populares de los suburbios parisinos que servían para comer, tomar y gozar al aire libre.

Son al menos dos mil personas las que para la media noche repletan el cuartel del arrondissement 18. Las botellas de champán se venden a 30 euros y los tapones con forma de champiñón no cesan de dispararse en el aire. Las cervezas salen a 3 y las porciones de papas fritas, más francesas esta noche que jamás, a 2, 50 con salsa katchúp. Tras las barras de venta, los bomberos y las bomberas con guirnaldas en el cuello, desinhibidos sonriendo para todos los flashes.




En el público se mezclan todas las edades, los orígenes y las tragedias. Dicen que al festejar esta tradición se despliega un verdadero deseo de cohesión popular, que la accidentada madeja de enclaves étnicos, ideológicos y religiosos que entretejen a esta sociedad, se distiende cuando prima la voluntad de conmemorar en conjunto la insurrección del pueblo francés capitalizada en la toma de la Bastilla de 1789, y cuando se trata de rendirle tributo a ese símbolo de servicio social que es el bombero nacional. Como sea, la fiesta se desata y por sobre los motivos cívicos e históricos queda un hervidero pagano que se sacude al quiebre de los hits del verano. Sobre la tarima, la orquesta que en las fiestas de nuestros pueblos chicos se repasa con frescura los éxitos de Menudo y todos los popurrís de bachata y tropipop, acá se recorre con holgura y solvencia todos los ganchos radiales de Lady Gaga, Beyoncé, Black Eyed Peas y más semejantes de esa especie en plan de conquista. Mientras más popular el disparo desde la tarima, más potente la histeria popular sobre la pista.




La fantasía femenina de convertir al bombero de calendario en un trofeo alcanzable cobra esta noche, más que ninguna otra en el año, sentido y posibilidad. Muchas mujeres lo proyectan así y para fajarse en ese lance llegan al ruedo con un centímetro más de escote y con dos menos de pudor. Los bomberos se saben homenajeados y apenas tienen que caminar entre la gente para que los pellizcos furtivos les vayan trazando el destino. De vislumbrarlo claro, de querer tomarlo, van por el también sin inhibiciones. En su noche, el bombero se desprende de su estoicismo distante y se embadurna de un afán de figuración frente al entorno. Esa noche, su masculinidad juega en otra liga. Alrededor de ellos, pululando para ensayar el zarpazo, figurines impostores que para la ocasión han copiado la apariencia de los bomberos, juegan a pescar a río revuelto. El corte de pelo de soldado y una camiseta ceñida azul con cuello, una polo, como se las llama, los hace pasar fácilmente por los celebrados, hasta que el lagarto de Lacoste o el caballo de Ralph Lauren en el pecho los delata, y entonces para la contienda les queda, me imagino, lo que un amigo suele llamar el intelecto.




De vez en cuando, mientras alguna de las cantantes interpreta a Rihanna, de un costado de la tarima aparece un uniformado con otro micrófono y se suelta alguna clave del tipo “Charly 1, Gorrión 14” o “Techo rojo, sartén caliente; techo rojo, sartén caliente”. Nadie entiende de lo que se trata pero todos hacen una bulla como si se cantara el número ganador. Hacia las cuatro de la mañana, la clave que se lanza resulta más comprensible porque como respuesta se encienden las luces sobre el patio y se le baja el volumen a la Loca de Shakira.

Varios bomberos agradecen por la visita e invitan a abandonar la caserna. Otros se guarecen bien acompañados en los resquicios del patio donde hay más sombra, y las muchachas con los escotes extra que no atraparon a su bombero permanecen en el terreno denostando su ansiedad. Lo más probable es que se crucen con los impostores, que se han apostado reacios afuera del cuartel, para ver si, como dicen en mi pueblo chico, terminan levantando a los muertos.



You Might Also Like

0 comentarios

Submenu Section

Slider Section