Las tendencias contemporáneas del neoliberalismo

miércoles, mayo 07, 2008



Naomi Klein se ha vuelto una estrella de la resistencia intelectual al capitalismo salvaje. Dicen que con su libro No logo, el poder de las marcas (2000, la versión original en inglés, y 2002 la en español) ya logró reconocimiento suficiente, pero yo recién pude conocerla ayer, en una conferencia que dictó en la Universidad Andina para presentar su nuevo libro: La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre (2008).

Klein es canadiense, economista política, periodista y escritora, y, a mi modo de ver, se encuadra dentro de ese grupo de pensadores y creadores que con trabajo concreto se han dedicado a criticar las diversas manifestaciones con las que el neoliberalismo procura introducirse en la vida de las personas a escala mundial. Entre los colegas más afines a su profesión podría citar a los norteamericanos Joseph Stiglitz y Noam Chomsky, y haciendo algo parecido, pero desde otra disciplina, incluiría al cineasta Michael Moore. Las apreciaciones sobre el trabajo de cada uno de estos personajes sería asunto de otro debate, pero por ahora se me ocurre juntarlos en algo así como un grupo contemporáneo de disidencia intelectual.

La conferencia de ayer, que en realidad fue presentada como una clase magistral, inició con la proyección de un cortometraje de seis minutos realizado por Alfonso Cuarón, el director de Y tu mamá también. La autora, cuando terminó de escribir su libro, había pedido a algunos amigos que lo leyeran y le enviaran sus impresiones por si servían como citas de esas que se ponen en el dorso del libro para otorgarle caché y prestigio. Cuarón, que según ella es su cineasta favorito, en lugar de mandarle sus comentarios vía email le regaló un video que, a manera de sinopsis, narra con elocuencia lo que la autora relata en su ensayo. Las imágenes y la información provista, como el contenido del libro, son shockeantes.

Luego Klein planteó un recorrido acerca de su trabajo que consta de alrededor de 650 páginas, por lo que hacer una reseña del mismo tomaría extensiones no pensadas para este post, además de que no lo he leído aún.

Pero lo que sí puedo recatar fue la panorámica que expuso sobre las más recientes modalidades que el neoliberalismo ensaya para intentar insertarse en las dinámicas sociales.


Aquello de la doctrina del shock tiene una explicación casi literal. Es mediante el choque, la conmoción, dice la autora, que el neoliberalismo, las políticas públicas del gobierno estadounidense, digámoslo así, se insertan con planteamientos que pretenden o reforzar el estatus quo reinante en los países o alterar tangencialmente el estado del sistema político y económico de los mismos. La oportunidad para que esto sea posible es precisamente el estado de shock por el que atraviesan las poblaciones con los rezagos de las crisis que les toca vivir. Habló Klein de aquello asumido como desastres naturales (aunque aclaró que los tifones, ciclones, tsunamis y huracanes exacerbados por el calentamiento global, cuyos responsables principales son las grandes potencias industriales, no son tan naturales ni tan fortuitos como se los considera) y de las crisis provocadas con intereses particulares.

Para ilustrar lo primero se detuvo en algunos detalles bastante decidores de la devastación ocurrida por el paso del huracán Katrina por la zona de Nueva Orleáns. La desgracia, además de haber desnudado la desidia que por ese estado ha tenido siempre el gobierno central estadounidense en materia de infraestructura y servicios de rescate y contingencia, puso en evidencia las más viles prácticas de respuesta del capitalismo ante las situaciones de emergencia. Lo ocurrido sirvió para empujar las leyes más radicales del neoliberalismo. Se trataba de aprovechar el caos para poner en práctica lo que la industria de respuesta al desastre se ha encargado de desarrollar como política comercial e ideológica, y donde los servicios de asistencia que se suponen públicos han pasado a ser privatizados y manejados por las grandes empresas que sostienen vinculaciones con el poder central. La autora comentó algunos casos que por lo espectaculares no impidieron que la audiencia soltara unas cuantas sonrisas de espanto. Por ejemplo, en lugar de que en la zona hiciera presencia la fuerza pública tradicional, o sea, policías y soldados norteamericanos, aparecieron convoyes de mercenarios privados vestidos de negro que de un momento a otro se erigieron como la fuerza pública a cargo del orden de la circunscripción. Bien armados como estaban, su presencia denotó que como mínimo una importante entrada para algún negocio privado de armamento y otra para alguno de servicios de seguridad estaban significando. Negocios que sin duda eran parte de cualquiera de esas megaempresas que tanto diversifican su oferta de productos y servicios yendo de la comida rápida a la fabricación de armas, como extienden su presencia formal y su apuesta ideológica con los alcances de su carácter transnacional.


Como otro dato, algunos edificios que habían quedado intactos a pesar del acecho de las aguas bien pudieron haber sido usados como albergues temporales, pero en lugar de eso, las autoridades hicieron que una flota de cruceros de lujo arribara a esas costas para ahí albergar a los damnificados. Imaginamos el cachuelo que se armó la firma de cruceros con semejante contrato.

Algo parecido pasó con una empresa funeraria. Los familiares de las víctimas fallecidas no podían reclamar los cuerpos y otorgarles el sepulcro que ellos estimaran digno, porque para eso desde el gobierno se había contratado una hiperfuneraria que cobraba tres mil dólares por las exequias de cada cuerpo.

Y así los casos sobre la marcha de la catástrofe, hasta que más adelante, una vez bajadas las posas de agua turbia, a una empresa de Florida se le ocurrió, tan bienhechoramente, ofrecer “servicios de asistencia” para sucesos parecidos. El servicio se comprometía a anticipar a los pobladores la llegada de un desastre natural, y antes de que los tornados asotaran, les ofrecía sacarlos en vuelos de jet y llevarlos de vacaciones a Disneylandia para mantenerlos a salvo mientras en los márgenes de su dicha se desataba la hecatombe. El eslogan de la empresa HelpJet era: “ convierte tu huracán en vacaciones de lujo”.

En cuanto a lo segundo, a la creación de crisis para en el medio asestar el sablazo imperialista, la autora recurrió al caso contemporáneo más patético: la guerra de Irak.

Ya sabemos que lo de las armas de destrucción masiva fue una fantochada para ir sobre las reservas de petróleo del Golfo Pérsico. Y sabemos también que en la intención de implantar lo que cínicamente llamaron el Plan de Liberación para Irak, los gringos se toparon con una rígida resistencia iraquí que a punto está de hacerles asentar en su libro blanco otro fracaso armamentista junto al que ya cuentan por su debacle en Vietnam.

Y como la invasión no les resultó en un contexto estructural aunque el shock se impuso mientras la gente parecía inmovilizada por el caos interno, se tuvo que trasladar la guerra a las cárceles y con eso imponer un sistema de disciplinamiento forzado a manera de nuevo discurso ideológico sobre orden y control. Recordemos la prisión de Abu Ghraib y esas fotografías decadentes. Pensemos en la cárcel de Guantánamo donde pesa el estigma de la procedencia árabe para la aplicación de reclusiones “por si acaso”. Esa cárcel, donde funciona un Taco Bell que los gringos se lo llevaron con ellos. El negocio de la franquicia en medio de un estado de excepción: no existen derechos civiles, políticos ni humanos para los reclusos por fuera de los designios de la autoridad. Del tipo de designios que también llevaron al gobierno de Estados Unidos a instalar un McDonld´s en los campamentos iraquíes, tal vez para ver si funciona el chascarrillo que soltó Milton Friedman (premio Nobel de economía en 1976) cuando aseguró que “no puede haber guerra entre dos países donde exista un McDonald´s”.


(Por cierto, por aquí dizque anda Yon Goicoechea, un joven venezolano líder del movimiento estudiantil que dizque coadyuvó a la derrota de la reforma constitucional que le habría otorgado al presidente Hugo Chávez más poderes por mandato ciudadano, y que dizque es el ganador – el joven Yon, no Hugo - del Premio Milton Friedman por la Libertad 2008. Y que dizque Yon vino a incentivar a la juventud ecuatoriana a participar en la política más activamente, pero este tal Yon como que a mí me empieza a sonar a otros tantos jóvenes que han venido a Latinoamérica con viáticos del imperio a ver qué paquetes de políticas se inventan para la región. Como que me recordó al chacal económico Jhon Perkins y su fogosa juventud al servicio de su majestad el capitalismo. No exactamente así, pero sí de alguna forma.).

Así que por ahí va el asunto del neoliberalismo en sus más contemporáneas estrategias de imposición y por ahí mismo el argumento del libro. La doctrina del shock como estrategia de gravamen de un modelo económico y político tras la asunción de que las vías que han tenido como mediadores a los organismos internacionales tipo Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional ya están agotadas. La doctrina del aprovechamiento de la desgracia para que, mientras la gente aún sostiene el eco del descalabro, aterricen las águilas e introduzcan en el aparataje social una nueva porción de carroña.

Parece que hay que leer el libro, el problema es que cuesta 45 dólares. Las paradojas de la expansión del conocimiento.

BONUS:

Que dizque el Departamento de Estado Norteamericano ha dispuesto tres nuevas –aunque ante la reflexión de alguna parte de la opinión pública ya no tan nuevas- bazofias discursivas sobre el sur de la región:

1. Proyectar ante el mundo las supuestas condiciones que existirían en Bolivia para la germinación del terrorismo y así continuar el acecho por la desestabilización de su gobierno.

2. Mediatizar exacerbadamente la supuesta relación entre el gobierno de Rafael Correa con las FARC para trasladarnos un conflicto ajeno y procurar con ello crear una situación de crisis donde puedan anclar sus recursos tutelares.

3. Reactivar la Cuarta Flota de la Armada de Estados Unidos para controlar los gobiernos sublevados de América Latina.

Pero como dijo la misma autora, a pesar de que su libro reúne constataciones de lo aquí expuesto, la cosa para el neoliberalismo tampoco es tan sencilla, particularmente en el Ecuador, donde el debate se está viviendo.

Pd: Me pregunto cuáles serán los golpes que se planea atestar sobre la calamidad que ahora mismo vive Birmania, ¿o es Myanmar?

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4 comentarios

  1. tiempo atras tambien me quede impactado con el libro de la Klein y aun más cón el corto de Cuaron...

    45 dolares valdrá la pena gastar?

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  2. efectivamene el primer libro de Klein te deja pensando; une muchos cabos sueltos. Esa es su principal virtud, contextualizar y juntar las piezas dispersas, en un ejercicio que deberíamos hacer todos; pues vivimos realidades mínimas, fragmentadas, escindidas; a las que no logramos ver cara a cara, por eso, en gran medida, seguimos dando vueltas en un círculo eterno. Más allá de si valdrá la pena o no los 45 dólares, a veces simplemente no hay los billeticos.
    saludos.

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  3. Es Birmania, Myanmar no existe en español oficial

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  4. No sé si valga la pena gastar 45 dólares en información que debería estar al alcance de todos de formas menos costosas. Yo personalmente creo en la compartición de información por medio de la reproducción no legalmente autorizada de las obras, o sea, en eso que se llama piratería con fines de expansión del conocimiento. Y es cierto lo que dice Juan, simplemente no se tiene esa plata a la mano como para gastarla.

    Pd: muy gentil, don Alfredo, usted siempre al día con los detalles.

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