Desencajes de justicia

miércoles, mayo 28, 2008



Ha pasado algo más de un mes desde la catástrofe acaecida en la discoteca Factory, y algunas secuelas de variado carácter se han generado desde entonces. Lo inmediatamente perceptible fue la desidia con la que algunos sectores de la oficialidad miran la cultura del rock, y los estigmas que también envuelven su apreciación desde un considerable segmento de la ciudadanía. Los medios de información y la opinión pública más diversa posaron su atención en el evento, y con ello se desató una suerte de polémica que desentrañó el desprestigio que socialmente se sostiene respecto de una comunidad que de pecaminoso tiene manejar lógicas y estéticas distintas a las moralmente aceptadas. Ni siquiera cuando Abdalá Bucaram mandó a cortar las melenas de los rockeros que se atrevían a asomarse con sus estampas amenazantes en la vía pública, la sociedad les puso tanta atención, pero el caso Factory concentró una tensión tal que se convirtió en paradigma de debate. No obstante, por fortuna también hubo quienes, proviniendo del mismo movimiento en proceso de disección, plantaron su voz y con un discurso a ratos contundente, a ratos desnutrido, lograron contrarrestar la percepción prejuiciosa que se les iba formando encima.

Luego vinieron un par de maniobras que hablaron bien de la organización y la solidaridad como pilares de funcionamiento en el engranaje rockero. Primero fue la marcha en exigencia por el acceso a espacios seguros y el apoyo al desarrollo de sus manifestaciones culturales, que terminó con la concentración de tres mil camisetas negras en la emblemática concha acústica de La Villaflora. A día seguido y con un impresionante despliegue de gestión, se celebró el concierto solidario que reunió a más de 10 mil personas y recaudó más de 50 mil dólares para beneficio de los familiares de las víctimas. Dentro del desastre aparecían centelleos de gracia que ponían las aguas más calmas.


Sin embargo, en adelante han surgido consecuencias que parecieran acarrear consigo la desesperación de las autoridades por quedar bien ante los ojos que esperan la clarificación del caso. Luego de la investigación pertinente se ha determinado la orden de prisión para ocho personas. Junto a los promotores del concierto (responsables directos de adoptar las medidas de seguridad exigidas para la realización de espectáculos públicos) y a los administradores del local (quienes realizaron adecuaciones en el mismo sin solicitar los permisos correspondientes), se encuentran imputados Edwin Alzamora y Danilo Ibarra, los únicos que han permanecido detenidos desde el mismo día del incendio. Alzamora fungía de guardia del complejo donde funcionaba Factory y su función era custodiar los autos que llegaban a parquearse en la explanada. Ibarra era el jefe del personal de seguridad privada que trabajaba regularmente para la discoteca. Ninguno de los dos puso el candado que mantuvo cerrada la puerta de emergencia ni ordenó soltar las bengalas sabiendo que el techo de la discoteca estaba forrado de colchones. Tampoco ninguno de los dos decidió arbitrariamente realizar adecuaciones en el galpón sin solicitar las licencias respectivas, ni fueron ellos quienes resolvieron obviar los requisitos de seguridad demandados para organizar un concierto. Aun así, junto a los directamente responsables, Alzamora e Ibarra podrían ser sentenciados a 12 años de reclusión mayor.

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2 comentarios

  1. Los chivos expiatorios, loco... Bien saben la necesidad que se tiene de manejar culpables. Ahora que todo se está acabando (a nivel mediático) vale la pena realizar algún tipo de presión en espacios como estos, me imagino, porque la justicia debe ser servida y bien servida.

    Los culpables están bien definidos, pues a joder para que paguen..

    Saludos, loco

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  2. La justicia es como un elefante pretendiendo correr una maratón; y con ingredientes absolutamente ajenos a su real significado: secretos, encubrimientos, rumores, falsas acusaciones, inhumanidad, etc, etc. Muy bueno tu post, claro y contundente. saludos

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