Hoy arranca la octava edición del Festival de Cine Cero Latitud. Este año participé realizando la coordinación editorial y a mi cargo estuvo el desarrollo del sitio web, de la revista del festival y del catálogo. Fue un trabajo arduo de aproximadamente dos meses y medio, tiempo justo y apretado, pero sumamente aleccionador.

Normalmente mis trabajos los realizo solo o en relaciones virtuales que apenas me dejan saber algo de las personas con las que me pongo en contacto, pero haber participado en un proyecto grande, con limitaciones de varios tipos, pero con mucho corazón, me aclaró la necesidad de, al menos por temporadas, inmiscuirme en sistemas de dependencia y de coloboración conjunta, de rutinas y puestas a prueba que no siempre permiten la disciplina autoimpuesta y la soledad de un escritorio.

Me queda la satisfacción de haber desarrollado una revista de principio a fin, de haberla trabajado codo a codo con un diseñador editorial, mi amigo Adrián Balseca, talentosísimo artista contemporáneo y sublime exponente del desespero existencial de la temprana adultez; y con la disposición y valía de los colaboradores que compartieron sus textos desde Ecuador, Chile, México y Filipinas.

También tuve el agrado de conocer y trabajar con Alejo Casares, comunicador con semblante ardido de pintor maldito, cuya paciencia y generosidad saciaron todas las necesidades de la asistencia editorial. Es una de esas llaves maestras que a uno siempre le hacen falta para abrir cualquier puerta.

Siempre ha estado y sigue estando entre mis planes desarrollar una revista cultural que pueda sostenerse en el tiempo por su calidad gráfica y de contenidos, y por su compromiso con la necesidad de visibilizar el ímpetu y la calidad con los que hoy por hoy en el país se produce y se gestiona el arte y la cultura. Esta revista, que se llama Nuestros Rollos, y que dejo a su consideración, significó la conscripción para cualquier esfuerzo posterior.
 
No se pierdan el festival, la programación es de alto calibre.