18 de junio de 2013. Sala Le Trianon, París. Esto es lo que quedó del intento fallido de entrar al concierto de Die Antwoord. Las entradas, que costaban treinta euros y se agotaron poco después de haber salido a la venta hace más de cinco meses, se revendían hasta en ochenta euros y la demanda superaba la oferta.
Los que vivimos en esta ciudad sabemos que aquí habitan todas las tribus, todas las cofradías, todas las sectas. Más o menos visibles, más o menos numerosas, están todas, con o sin etiqueta, con o sin modelo. Existe (ha existido, ha sabido existir, diría en ecuatoriano), pues, la que replica la apariencia zef, ese universo estético y musical que puso de moda Die Antwoord y que reivindica lo guarro, lo kitsch, lo rimbombante, lo fanfarrón como cool.
Atribuido a un segmento de clase obrera blanca y marginal de Sudáfrica, particularmente de Ciudad del Cabo, el zef style se pavonea como una afirmación pop de lo white trash. Ninja y Yo-landi, las voces de Die Antwoord, lo adoptaron como concepto para éste, el que resultó su proyecto más exitoso. Antes fueron parte de los grupos de rap Max Normal y The Constructus Corporation, pero, de lo que se sabe, nadie para entonces había querido parecerse tanto a la chica de la banda.